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Entre el corto y el largo plazo

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HERNÁN BONILLA
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A casi un mes de las elecciones nacionales, el interés por los planes económicos de los candidatos va creciendo, a medida que un mayor porcentaje de la población comienza a interesarse en una campaña bastante fría y con escasa participación ciudadana.

Sin dudas el debate presidencial de la próxima semana entre los dos principales candidatos según las encuestas, Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou será un mojón importante en la medida que se de un buen intercambio de ideas.

Planteemos, pues, algunos de los temas que deberían aparecer un el radar de los candidatos para enfrentar los principales desafíos que tenemos por delante, separándolos entre aquellos que requieren atención inmediata y los del largo plazo. En el corto plazo, vale decir, apenas asumir en marzo del año próximo, el nuevo gobierno deberá tomar medidas destinadas a reducir el déficit fiscal. Para ello existen algunas medidas administrativas que pueden tomarse desde el primer día y otras que requerirán el trámite parlamentario del presupuesto nacional que insumirá prácticamente todo el año.

La experiencia argentina de los últimos años es suficientemente elocuente respecto a los inconvenientes de no actuar a tiempo, confiándose en que se cuenta con más tiempo del real para lograr una trayectoria fiscal que nos ponga a riesgos de sobresaltos. En este sentido, es necesario que los candidatos expliciten sus metas fiscales, pero más importante aun los caminos para llegar a esa mejora fiscal. Los últimos tres gobiernos (incluido el actual) incumplieron flagrantemente sus compromisos fiscales, por lo que la claridad en este aspecto, cuando es evidente que no alcanzará con el crecimiento económico para reducir el déficit en los primeros años, es un tema central.

El segundo tema del corto plazo es cómo mejorar la competitividad para que la inversión vuelva a crecer luego de cuatro años de caída que en buena medida explican el magro crecimiento de este período y la destrucción de puestos de trabajo. Algunas de las medidas, evidentemente llevarán algo de tiempo, pero desde el comienzo debe encararse una nueva política monetaria y cambiaria junto con una nueva política fiscal que permita ir abatiendo el atraso cambiario.

Con la mirada puesta en el largo plazo, encontramos los desafíos que determinarán si podemos encaminarnos hacia el primer mundo o si seguimos chapoteando en la mediocridad de los indicadores internacionales mientras el resto del mundo sigue avanzando. Aquí se juega el partido importante. Necesitamos una economía más competitiva, más abierta, con mejor infraestructura y que brinde oportunidades a quien quiere trabajar, invertir y progresar. La recuperación del sueño uruguayo anterior al del empleo público, el de los inmigrantes del siglo XIX y comienzos del XX antes de que nuestro Estado lo invadiera todo, que venían a trabajar para prosperar debe estar en el horizonte.

Para ello es necesario recuperar un lugar de vanguardia en el continente en educación, no de furgón de cola como somos hoy, con indicadores que avergüenzan como el egreso de secundaria. Un país más abierto, competitivo y educado es la clave del futuro y en buena medida depende de nuestro voto dentro de un mes, nada más ni nada menos.

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