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El capitalismo salvaje y Smith

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Hernán Bonilla
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En artículos anteriores analizamos en primer lugar los mitos y realidades que rodean la imagen que tenemos de Adam Smith.

En segundo lugar, cuál era su visión de la sociedad comercial y en tercer lugar su teoría de los órdenes espontáneos que se aplica tanto a la moral, como a las instituciones, el lenguaje o a la economía. Hoy vamos a ocuparnos del papel que Smith le atribuyó a la regulación de los mercados que es otro asunto en el que el imaginario popular dista de su verdadera opinión.

Adam Smith no utiliza la palabra capitalismo, que es posterior, ni liberalismo, aunque si "sistema de libertad natural" y "sociedad comercial" para referirse a la economía de mercado. Entendía que existían mercados de distinta naturaleza, que podían dar lugar a formas de funcionamiento bastante diferentes entre sí. También que en algunos era más necesaria la regulación que en otros y en todos los casos era indispensable un Estado que garantizara las reglas de juego, el cumplimiento de los contratos y cierto orden lógico.

Esto aleja, ciertamente, a Smith de la caricatura de un defensor del "capitalismo salvaje" y otras descripciones similares de un mercado sin reglas donde prevalece la ley del más fuerte que solo puede ser vociferada por quienes nunca leyeron a Smith. Es más, todo el desarrollo del liberalismo se basa fundamentalmente en la defensa de los derechos de las personas, en la igualdad ante la ley, en la igualdad de derechos a la hora de participar en los emprendimientos que quieran impulsar y en la armonía social que se deriva de la cooperación libre y voluntaria.

Smith defendió claramente el "obvio y simple sistema de libertad natural" pero esa libertad no era siempre irrestricta, en algunos casos se volvía necesario restringir la libertad de algunos actores para preservar a la inmensa mayoría. Esto tiene una vigencia clave a la hora de la discusión, verbigracia, de leyes de defensa de la competencia o de libre acceso a los mercados.

Para citar un claro ejemplo, en el capítulo 2 del segundo libro de La Riqueza de las Naciones, comentando la situación de los bancos en Escocia, afirma Smith: "Se podría argumentar que impedir a personas privadas aceptar billetes de un banquero, por cualquier suma sea grande o pequeña, cuando ellas están dispuestas a hacerlo, o impedir a un banquero que emita esos billetes cuando todos sus vecinos están dispuestos a aceptarlos, es una violación manifiesta de esa libertad natural que la ley no debe infringir sino apoyar. Esas regulaciones pueden, sin dudas, considerarse en cierto modo como una violación de la libertad natural. Pero esas manifestaciones de la libertad natural de unos pocos individuos que pueda poner en peligro la seguridad de toda la sociedad pueden, y deben ser, restringidas por las leyes de todos los estados, de los más libres como de los más despóticos. La obligación de construir muros para prevenir la propagación de incendios es una violación de la libertad natural, y exactamente de la misma clase que las regulaciones de la actividad bancaria que aquí se proponen".

La posición de Smith es clara. No todos los mercados requieren la misma regulación, algunos requieren poca o ninguna y otros más pero siempre procurando el mayor beneficio de la sociedad en su conjunto a través de procesos competitivos de mercado.

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