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Balance electoral

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HERNÁN BONILLA
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Las elecciones del domingo dejaron planteado un escenario favorable a la oposición de cara a la segunda vuelta de noviembre.

La votación del Frente Amplio por debajo del 40% hace difícil que pueda sumar el porcentaje necesario para alcanzar a superar a la oposición sumada, aun teniendo en cuenta que, naturalmente, no todos los colorados, cabildantes y votantes de otros partidos votarán a Luis Lacalle Pou.

Los apoyos manifestados desde la misma noche del domingo y el avance en los acuerdos programáticos de esta semana muestran una gran capacidad de articulación por parte del Partido Nacional, que logró sumar el respaldo de todos los restantes partidos que estarán en el Parlamento salvo el Partido Ecologista Radical Intransigente, fiel a su nombre.

La nueva ecuación política surgida de las elecciones muestra una coalición opositora con clara mayoría parlamentaria de un lado y un FA aislado del otro, sin posibilidad de acuerdo con ningún partido. En buena medida como resultado de la escasa disposición al diálogo que mostró en los tres lustros de que gozó de mayoría parlamentaria y toda la negociación política fue interna.

Puede ponerse bajo cuestión la durabilidad de la coalición opositora por su heterogeneidad y por los incentivos electorales que irán surgiendo a medida que se acerque la próxima elección, aunque, de todas formas, la alternativa continúa siendo entre una coalición formal y un partido en minoría, lo que le otorga una clara ventaja a la primera.

Los desafíos que deberá enfrentar el próximo gobierno son muy importantes, lo que corre para cualquiera de las dos fórmulas en disputa. Deberá corregir lo más rápido posible el deterioro fiscal pronunciado de los últimos años, tomar medidas para mejorar la competitividad, recuperar la inversión que lleva cuatro años de caída, reactivar el mercado de trabajo, iniciar una política activa de inserción internacional, reformas la educación, tomar medidas efectivas para combatir la inseguridad entre una larga serie de temas que están esperando con urgencia.

La idea de que podrán enfrentarse estos temas con medidas graduales y paliativas es errónea. Se necesitan reformas estructurales, tomadas con sentido de la oportunidad y la urgencia.

Es cierto que algunas tendrán un tiempo de maduración indispensable y no podrán concretarse de la noche a la mañana, pero deben comenzarse desde el primer día. Ya hemos perdido demasiado tiempo en un mundo que avanza con deterioro de algunos aspectos vitales para la convivencia y la mejora del entorno económico.

La viabilidad política de este rumbo es vital, así como las precauciones necesarias para evitar bloqueos como los que se sufrieron, verbigracia, en el actual período de gobierno para implementar una reforma educativa. Sobre esa viabilidad debe construirse un rumbo económico cierto que nos saque rápido de la incertidumbre fiscal antes de que sea tarde y logre darnos la oportunidad de trabajar en los temas de largo plazo que pueden llevarnos por el camino del desarrollo económico y social.

En esta cuestión se juega el futuro del país de los próximos años y más allá, por lo que no puede subestimarse lo que estará en juego el último domingo de noviembre.

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