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Alcanzar el desarrollo

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HERNÁN BONILLA
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Definidos los candidatos y las fórmulas, al menos de los tres principales partidos que competirán en octubre, es tiempo de ir dejando de lado los debates sobre nombres, virtudes y defectos de las personas para enfocarse en los temas relevantes para el país.

Indudablemente, una parte fundamental de este trabajo son los programas de gobierno, en la medida en que no sean meras declamaciones en favor del bien y en contra del mal, pero también son claves las ideas-fuerza de los candidatos, su foco y las propuestas concretas para cambiar la realidad.

Existe un gran debate sobre el que deberían expresarse todos los candidatos, que es central para todos los demás temas que se planteen: ¿Uruguay puede ser un país desarrollado? ¿Cuáles son las reformas necesarias? ¿En qué plazo? El primer paso, obvio, es plantearse el objetivo. Puede parecer natural, pero no lo es, hay candidatos que no lo manejan como una posibilidad y a partir de allí cambia el marco conceptual dentro del que delinean sus propuestas y la imagen de país que proyectan.

A la pregunta de si es posible alcanzar el desarrollo debemos contestar inequívocamente que sí. No hay ningún impedimento inamovible que lo impida, muchos países de distintas regiones del mundo y puntos de partida lo han logrado con las políticas públicas adecuadas. No es solo copiar y pegar, pero hoy en día tenemos claro qué tipos de políticas funcionan y cuáles no, de forma que parte del camino ya está recorrido. Que sea difícil no es ni puede ser sinónimo de imposible. Poder se puede, depende de elegir el camino correcto y tener la valentía de transitarlo pese a los problemas que inevitablemente irán surgiendo.

En la base misma de las políticas en que debe cimentarse el trayecto al desarrollo está la implementación de una serie de políticas pro crecimiento, una mejora sustancial de la calidad del sistema educativo, una fuerte inversión en infraestructura, el desarrollo de reglas de juego claras, conocidas y respetadas, un entorno macroeconómico estable y predecible, incentivos adecuados al ahorro, el trabajo y la inversión, menos burocracia y más eficiencia en el sector público, una inserción internacional más proactiva que procure y concrete tratados que nos vinculen al mundo y permitan trabajar desde Uruguay al mundo sin límites ni sobrecostos, entre otros temas fundamentales.

Nuestro sistema político dio un examen el último domingo de junio que superó con buena nota, lo que no es poco en el mundo que vivimos. Aumentó la participación, existieron internas vigorosas en los tres lemas mayoritarios y las propuestas demagógicas y las campañas sucias fueron derrotadas. Es tiempo ahora de exigirles a los candidatos y los partidos el objetivo ambicioso pero posible de alcanzar el desarrollo y que cada uno explique su propio camino para lograrlo.

No podemos seguir perdiendo el tiempo, o retrocediendo como está ocurriendo en materia educativa, sin pagar un altísimo costo en el presente y en el futuro. Uruguay puede ser un país desarrollado, solo depende de que los uruguayos comencemos a tomar las decisiones correctas. Y no solo las electorales, también al elegir los debates que planteamos y las exigencias que estamos dispuestos a asumir.

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