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Otra vez la educación

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hebert gatto
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Pese a que la reforma en la educación impulsada por la coalición gobernante es resistida por varios sectores de la población, un 54% de ella, de acuerdo a encuestas recientes, se manifiesta conforme con la misma.

Por su lado, entre la minoría opositora pueden distinguirse dos grupos, aquellos que coincidiendo en la necesidad de introducir cambios en los actuales planes no acuerdan con los impulsados por el gobierno y aquellos otros, aún más minoritarios, que sin explicitar argumentos defienden la actual realidad educativa. Sobre estos últimos, poco importa decir.

Es un hecho objetivo y devastador que nuestra educación está estancada y retrocede en todos los frentes. Cada día nuestros jóvenes aprenden menos.

En este triste contexto parece útil analizar las características de los núcleos opositores, procurando así explicar sus motivaciones. Particularmente porque ninguno ha presentado un proyecto alternativo, claramente articulado y con objetivos definidos, lo que obliga a una labor interpretativa que aclare su cerrada negativa.

El primer grupo claramente distinguible es el conformado por la oposición política, coautora junto a los gremios de los actuales planes educativos y que en este tema no parece encabezar la oposición. Sus razones son ideológicas. Además se entienden excluidas de una propuesta que le es ajena y mantienen una natural tendencia, no claramente explicitada, a defender el proyecto que plasmaron en el 2012. Por más que por ser partidos políticos, deberían ser ellos y no los gremios, quienes lideren la oposición.

El segundo sector corresponde a los gremios educativos. Hasta ahora alegan tres razones básicas para fundamentar su oposición. En primer lugar, por enfrentarse a un planteo reductor que defiende a la enseñanza privada en desmedro de la pública que preferirían exclusiva. En segundo, porque detrás del mismo se encuentran organismos internacionales manejados por el imperialismo como el FMI, el Banco Mundial, o intelectuales y fundaciones de la misma extracción, interesados en profundizar la dependencia cultural que hoy sufrimos. Su tercer argumento es en cierto modo, un corolario de los anteriores. La reforma está pensada (de ahí su referencia a las competencias), para preparar mano de obra apta para competir en el mercado capitalista.

En lugar -sostienen- de formar seres integrales capaces de sostener una clara concepción del cambio social progresista, la coalición gobernante pretende impulsar un rebaño de seres dóciles aptos para la explotación capitalista. Corderos en lugar de revolucionarios. Tal lo que argumentan sus representantes en la ANEP.

Por último los gremios estudiantiles mantienen, sin mayor profundidad, similares argumentos. Hay que resistir, razonan, porque los estudiantes han sido, para bien de la humanidad, por siempre opositores.

Además de la penosa endeblez de sus argumentos -expresados sin pruebas-, ni unos ni otros, en tanto sindicatos, representan ni a la masa estudiantil ni a la educativa. Ambos se arrogan representaciones de sectores poblacionales que no les corresponden así como competencias que no son las suyas. Triste pero cierto.

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