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TISA e imperialismo

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La cerrada oposición del Pit-Cnt a la suscripción por Uruguay del Tratado del TISA, calificándolo como una organización imperialista, su defensa a ultranza de la “Patria Latinoamericana” más la posición coincidente de algunos frentistas radicales, nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza del imperialismo, tal como es percibido por algunos sectores. No tanto sobre el fenómeno en sí mismo (cuya verdadera naturaleza y aún su existencia se discute) sino sobre la negativa pasión que en el plano internacional ciertos hechos suscitan. Con la previa aclaración que no todos los antiimperialistas pertenecen a la izquierda, en tanto alcanza con sentirse nacionalista para adherir, en mayor o menor grado, a esta concepción.

La cerrada oposición del Pit-Cnt a la suscripción por Uruguay del Tratado del TISA, calificándolo como una organización imperialista, su defensa a ultranza de la “Patria Latinoamericana” más la posición coincidente de algunos frentistas radicales, nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza del imperialismo, tal como es percibido por algunos sectores. No tanto sobre el fenómeno en sí mismo (cuya verdadera naturaleza y aún su existencia se discute) sino sobre la negativa pasión que en el plano internacional ciertos hechos suscitan. Con la previa aclaración que no todos los antiimperialistas pertenecen a la izquierda, en tanto alcanza con sentirse nacionalista para adherir, en mayor o menor grado, a esta concepción.

En su versión más generalizada el imperialismo es la pretensión de un estado de imponerse (cultural, política o militarmente) sobre otro u otros. Por convención se denominan como imperialistas las políticas iniciadas en el siglo XIX (Revolución Industrial) por las potencias europeas, para acceder a materias primas, colocar excedentes de capital y acceder a nuevos mercados, valiéndose de su mayor potencial. Mientras que por imperialismo económico se entiende el aprovechamiento, en condiciones no equitativas, del mayor potencial económico.

No es esta la única versión del imperialismo, que para un marxista como Lenin requiere como paso previo la consolidación del capitalismo del que sería la última fase anterior al socialismo, de allí el nombre de su conocida obra, pero que, pese a su fama, no es la concepción que popularmente se maneja. En el momento actual el imperialismo dejó de integrar como una de sus etapas el desarrollo histórico del capitalismo para transformarse en una instancia autónoma, donde cualquier contacto entre uno o varios países desarrollados y uno del tercer mundo es visto como un acto imperialista, de indebida ingerencia de los centros sobre las periferias, en beneficio de los primeros. Sin advertir que esa forma de caracterizarlo, a la que aspiraba el primer Galeano le quita toda especificidad al imperialismo, convirtiendo un fenómeno complejo -una etapa del desarrollo social- en un intento fútil de pretender que las naciones subdesarrolladas solo se contacten entre sí. Tal como todavía aspira el Pit-Cnt, con el sueño de la Patria Grande.

Está en discusión si la visión marxista del imperialismo se puede sostener en el siglo XXI. Sin duda tuvo mayor rigor explicativo para el siglo XIX en vida de Marx, donde Inglaterra, que ya había desarrollado la revolución industrial aspirara a dominar el mundo y tuviera necesidad de mercados y lugares donde realizar sus inversiones. Lo mismo, aunque en menor escala pudo ocurrir con Francia, Alemania o Bélgica, convencidas de políticas expansionistas, pese a que su capitalismo estaba lejos de entrar en fase de descomposición.

Bien puede sostenerse incluso que el nacional socialismo fue una forma encubierta de imperialismo cultural y territorial. No ocurrió lo mismo con los EE.UU que si bien cometió un sinnúmero de actos de piratería internacional, algunos de una altísima inmoralidad -más que nada empavorecida por el avance del comunismo- no tuvo al imperialismo como filosofía de estado. El Uruguay, un punto en el mapa, no puede aislarse del mundo, por prejuicios o errores. Ello sin merma de nuestra disposición a defender el derecho y la moralidad internacional. 

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Hebert Gatto

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