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Socialismo y renovación

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hebert gatto
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A Carolina Cosse no la favorece la suerte, particularmente en temas electorales donde impone su desmedido apetito.

Cuando postuló su candidatura para la Intendencia de Montevideo apoyada por el Partido Socialista, el Comunista, el PVP y Casa Grande, es decir lo más graneado de la izquierda radical, Daniel Martínez reconsideró su anterior negativa y auspiciado por los socialistas “renovadores”, resolvió competir por el cargo. Una alternativa que seguramente Cosse no esperaba y le puede complicar la elección, visto que el ex intendente es también secundado por los moderados: Cristina Lustemberg de PAR, Enrique Rubio de la Vertiente Artiguista, Rafael Michelini del Nuevo Espacio y otros grupos menores. Mientras el MPP, a instancias de Bergara, también con apetitos figurativos, se pronunció por el “outsider” Alvaro Villar, sin implicarse demasiado en la puja por la Capital.

En estas condiciones la tercería del MPP, encabezada por un semidesconocido para la masa frentista, parece presentar menores chances, lo que augura un choque entre los dos restantes competidores. Por más que no hay duda que el enfrentamiento excede el mero campo electoral o la puja menor entre “fraternos compañeros”, como gustan autocalificarse cuando no olvidan de cerrar sus micrófonos. Para Pablo Ferreri, cercano a Astori, la nominación de Martínez supone “la construcción de una izquierda moderna, de cara al siglo XXI” capaz de superar dogmas.

La embestida, lanza en ristre, está directamente dirigida a las huestes que secundan a la hierática Carolina, las mismas que junto al prescindente MPP, y las inefables “bases”, constituyen la mayoría radical de la coalición. Más del cincuenta por ciento de la misma, según las últimas elecciones. Mientras para el electoralmente debilitado Partido Socialista, apresuradamente enfilado en apoyo de Cosse, la aparición de Martínez auspiciado por un porcentaje importante de sus adherentes supone un gran riesgo de fractura.

Desde el semanario Brecha uno de sus articulistas escribe que pasados 30 años de finalizada la guerra fría, la actual disputa frentista sigue siendo marxismo vs. modernización, ortodoxia vs renovación. Es posible que este anacronismo siga dictando la vida de los ortodoxos grupos frentistas escasamente enterados de la marcha del mundo.

Pese a eso, tengo la impresión que el marxismo declina incluso entre sus cultores más firmes, excepto obviamente, los inconmovibles comunistas uruguayos. Pero sí creo que la puja enfrenta a ortodoxos que hoy pueden definirse como populistas (aún cuando ya no sean estrictamente marxistas) y aquellos otros que tocados por el liberalismo pugnan por aproximarse tímidamente al pluralismo democrático.

Estoy también convencido que la social democracia (la que convive en el Frente y la ajena al mismo) si quiere renovarse no puede seguir cultivando al socialismo. Por lo menos en su versión económicamente clásica. El siglo XX demostró su fracaso en sus intentos en todas las geografías. Aún en aquellas (en otros aspectos positivos) de un imposible socialismo democrático. Ello no implica que deban rendir culto al capitalismo. Lo que no pueden hacer es resignarse al inmovilismo ni a la aceptación acrítica del entorno. En ese esfuerzo de renovación les va la vida.

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