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El Senador y los fueros

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Hebert Gatto
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El levantamiento de los fueros del Senador Manini, si bien aparentemente resuelto, no existen votos suficientes para sancionarlo, constituye un complejo entrecruzamiento de argumentos, fundamentalmente políticos y jurídicos, pero también morales.

Según ahora sabemos el Partido Nacional, cuyo posicionamiento en uno u otro sentido resultaba decisivo luego de algunas dudas, adoptó posición desestimando, según adelantó, el pedido fIscal. Resulta labor imposible, sin un estudio de los legajos, expedirse sobre la validez de las razones jurídicas aportadas por los legisladores blancos para desestimar el desafuero. Por más que cabe sospechar que subyacen razones políticas inevitables en estos casos. Si las actas con las declaraciones de Gavazzo denunciando un crimen o una muerte inexplicable, fueron elevadas a tiempo al Poder Ejecutivo y si el hoy fallecido Ministro de Defensa las remitió al Presidente de la República, constituye un novelón digno de Balzac o Víctor Hugo. Los generales que integraron los tribunales de honor manifestaron haberlo comunicado por escrito a su comandante, el Gral. Manini, quien según él, lo habría informado verbalmente a sus superiores, sin envíar el expediente. Lo remitió formalmente diez meses más tarde. A su vez, el Ministro Jorge Menéndez adujo haber advertido el hecho a presidencia la que dilató su pronunciamiento.

Algo similar, por más que aquí resulte un elemento relacionado pero lateral, ocurrió en el 2006 con las actas del ex coronel Walter Silveira, autodenunciando conductas execrables, cuando el primer mandatario era también Tabaré Vázquez. Dos ocasiones, separadas por muchos años, en que su conducta y la de sus adjuntos aparece como igualmente ambigüa. Con la particularidad de que en ninguna de las dos ocasiones el Ejecutivo, al advertir, como debió, la falta de las actas de los interrogatorios las hubiere reclamado. Salvo que las aprobara sin leerlas. Obviamente que tanta irregularidad requeriría una minuciosa actuación judicial con garantías para todos los implicados, que lamentablemente el omiso Fiscal Rodrigo Morosoli no requirió con la amplitud que correspondía.

En este contexto, no cabe olvidar, ni disminuir, la importancia de los fueros parlamentarios, que cierta liviandad posmoderna, argumentando que estatuyen una diferencia entre legisladores y ciudadanos comunes, busca derogar. Los fueros son inmunidades y privilegios fundamentales para establecer la independencia entre poderes y defender al Parlamento, que privado de fuerzas propias, sólo puede protegerse a través de este tipo de mecanismos tuitivos, vigentes en la mayoría de las democracias de Occidente. Sólo cabe levantarlos, por el propio Parlamento, cuando resulta indubitable que ello no debilita su autonomía.

Tampoco, para concluir, cabe acompañar la actitud del Senador Manini, que durante un año afirmó que contribuiría al levantamiento de sus fueros, y ahora, sin fundamentos, modifica su actitud. ¿Acaso no sabía entonces, que los fueros no son suyos, sino del Senado que integra? ¿También ignoraba que puede intervenir en la discusión sobre el tema, solicitando al Cuerpo la autorización para hacerlo? Pobre defensa en un incidente que no contribuye a fortalecer el espíritu demócratico de los orientales.

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