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Razón y responsabilidad

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HEBERT GATTO
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Quisiera referirme a tres hechos que aún en su disparidad se relacionan con el momento en que vivimos, envuelto en uno de los mayores desafíos biológicos que ha sufrido la humanidad y que suscitan o agravan viejas dolencias.

El primero, profusamente comentado refiere a la reacción del primer mandatarios argentino frente al legítimo pedido del Presidente Lacalle de flexibilizar el Mercosur. El tema ha sido suficientemente comentado. Nada justificó la destemplada réplica de Alberto Fernández, cuando claramente la apreciación del uruguayo se refería al Tratado, o más bien al mal manejo del que este ha sido objeto, no a la nación hermana como tal. Salvo para el Frente Amplio, que obviamente celebró el mal trato. Una reedición del histórico patoterismo peronista. Desde la propiedad del Río de la Plata, la guerra de puertos o el cierre de puentes, con pocas excepciones, su reacción oficial ante nuestros aspiraciones, aún en momentos de comunidad ideológica, ha sido de desprecio y prepotencia. Un sentimiento que, pese a sus gobiernos, afortunadamente no comparte la mayoría del pueblo hermano.

La segunda reflexión refiere al Sindicato Médico del Uruguay, que no solamente se expresó en un comunicado fuera de tono sino que instruyó a sus afiliados médicos para difundir temor y aprensión en la población. No se trata de que sea malo denunciar y reclamar medidas efectivas para aminorar la infección. El asunto es que un gremio imprescindible para el combate a la pandemia no se maneje con conceptos tremendistas de clara inspiración político partidaria, cuando su óptica, pese a su importancia, es una entre varias.

Se dirá que asustar, infundir terror, mostrar las indudables falencias actuales y futuras de las instituciones de salud es un buen método para forzar soluciones. Pero para denunciar este grave problema colectivo, sería más eficaz indicar de la manera precisa y fundada cuáles son las medidas que se reclaman -acaso la cuarentena forzosa o el estado de sitio- y en qué medida, exhibiendo los debidos ejemplos internacionales- probando que ellas colaborarán con soluciones al desafío. Tal el debido rol de un gremio médico atento a su rol fundamental en la sociedad o de una oposición que, antes que se seque la tinta, adhiere a tal aquelarre.

Por último me gustaría mencionar la magnífica intervención del coordinador del GACH, Prof. Rafael Radí, que sin disminuir en nada la gravedad de la hora ni dejar de solicitar más restricciones a la movilidad, utilizó un lenguaje persuasivo para reclamarlas. Radi no ocultó que algunas de las sugerencias que realizaron no fueron adoptadas por el gobierno, tampoco que la población se rehusa a aislarse, pero lo hizo sin dejar de deslindar los diferentes papeles de la ciencia y la política.

Es redundante decir que en una democracia las decisiones las adoptan, quienes habiendo sido electos hablan en nombre y representación del pueblo y consideran en todos los casos, las múltiples dimensiones de los problemas a resolver. Por eso cuando los gremios, de la salud, de la cultura o de la construcción pretenden sustituir a los partidos se transforman en centros corporativos, de tal forma que emulan al fascismo. ¿Acaso no fue eso lo que hizo Mussolini con sus cámaras corporativas?

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