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La política argentina

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hebert gatto
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Se dice que argentinos y uruguayos, o más precisamente porteños y montevideanos, pese a pertenecer a dos naciones diferentes, con distintas trayectorias históricas, somos las poblaciones más semejantes entre sí del mundo.

Tanto en las costumbres, los valores, como en la pragmática de la lengua y en la propia entonación idiomática. Un fenómeno de mímesis que no es para nada común, aún al interior de un mismo país. Prueba de ello es que cualquiera de los habitantes de uno que busque no ser reconocido en el otro, podrá lograrlo fácilmente tomando unas pocas prevenciones con algunas y muy escasas palabras. Sin embargo, curiosamente esta identidad, que se mantiene en tantos campos y en la propia sicología profunda de ambos grupos humanos -del fútbol al tango o de la literatura al mate-, no se extiende a lo político donde sus respectivas culturas mantienen diferencias notorias, no sólo y como es natural en su desarrollo externo, sino en sus claves esenciales. Un terreno donde hasta ese compartido idioma común parece sufrir una excepción.

La novedad argentina de estos días fue la formidable victoria del peronista independiente Juan Schiaretti, perteneciente a Alternativa Federal, elegido por tercera vez como el gobernador cordobés más votado de la historia. Le sacó 34 puntos de diferencia al segundo, perteneciente a Cambiemos (la coalición macrista) y más de veinte, si se agrega a ese diferencial a quien llegó tercero, miembro de la UCR (también parte de la coalición macrista). Un triunfo contundente en una de las más importantes de las provincias argentinas, que relanza a este segundo espacio electoral del peronismo no kirchnerista donde también militan Juan Manuel Urtubey, Sergio Massa, Miguel Angel Pichetto y Roberto Lavagna, todos ellos, junto a Schiaretti, eventuales candidatos a la Presidencia en las próximas elecciones generales. En una puja electoral donde la baja en las encuestas para la reelección del actual presidente Macri, muy cuestionado por su gestión, está abriendo nuevas posibilidades a sus contendientes.

La respuesta de Cristina Fernández de Kirchner, que actualmente lidera tales encuestas pese a su procesamiento en cerca de diez causas judiciales, no se hizo esperar. Olvidando su pasado de críticas al partido peronista (oficialmente Partido Justicialista), visitó su sede y propuso formalizar una gran coalición, invitando a ella a los peronistas independientes de Alternativa Federal, a los que siempre denostó mediante su clásico lenguaje de arrabal. Omitió considerar además que en febrero del año pasado, había considerado que los dirigentes justicialistas eran “unos imbéciles importantes…..Son tan primitivos y tan elementales que ni siquiera lo disimulan”. Aparentemente los independientes no morderán el anzuelo y no concurrirán a ninguna coalición, porque ya declararon que los cristinistas, no son republicanos. Por más que los peronistas (aún los mejores), ni aprenden ni olvidan, apegados a un pasado mítico que nunca existió.

Tal el clima político de la república hermana. Un ambiente hostil y crispado, agrietado lo llaman, que parece forzar a la Argentina a vivir en un eterno retorno, donde cuando asoma la posibilidad de democracia, parte de la población, liderada por los peronistas más primitivos, la descabezan antes que se constituya.

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