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Pobre América

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hebert gatto
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Para gran parte de nuestro continente la vida democrática está en ruinas. Sin hablar del caos que es América Central, donde solamente Costa Rica y a medias Panamá, escapan del mismo. 

En nuestro sureño hemisferio, más de cuatrocientos millones de personas en doce países retornan a su sempiterna decadencia. Y ello siendo cauto. A vuelo de cuervo repasemos sus pesares.

Argentina donde nuestros mellizos, ferozmente divididos por un indestructible peronismo del que ni aprenden ni olvidan, enfrentan como pueden su diarquía imperial -Alberto o Cristina-, mientras imploran no pagar sus impagables deudas. Fueron un gran país, hoy, sumidos en la pobreza, soportan una ruina irredimible, pero no es evidente que la reconozcan. No la merecen, pero son artífices de su desgracia. Brasil, el gigante vecino, tiene tantos partidos políticos que sus ciudadanos ignoran cuantos son. Eligieron como presidente a un fenomenal ignorante que niega la realidad que los desgarra. Todo inclina a que no será reelecto, pero su rival, el PT de Lula, pese a su buena gestión anterior, está flanqueado por la corrupción. Nada augura estabilidad.

Continuando por el sur, Chile, el ejemplo modernizante en un hemisferio atrasado, hoy sufre de parálisis política y una sorprendente impotencia de sus partidos. Creyeron que reformulando la Constitución reformaban su país superando un pasado cuartelero. Hoy lloran por su futuro. Eligieron para hacerlo a un conjunto incoherente de ciudadanos, sin planes ni perspectivas, capaces de parir un Leviatan. Tampoco lo merecen, pero al igual que sus vecinos andinos, imaginaron que ocupando calles e incendiando automóviles, conseguirían un mejor gobierno. Eriza pensar lo que vendrá.

Perú, se debate entre una derecha violenta, corrupta y conservadora y una izquierda ignorante, a la que ni siquiera la sustenta el liberalismo cultural de sus símiles europeos. Promete una “Lima Roja.” Es probable que lo sea de sangre. Aquí elegir es quemarse, abrir la puerta del desastre. Ecuador se deslizó a una derecha del siglo XIX, todo con tal de derrotar al candidato del temible Correa. De Venezuela ni hablar, mientras Maduro alienta al engendro bolivariano, su país se minimiza, cada año achica su PBI, como si fuera a desaparecer entre sus montañas. Cuba no es sureña pero a sus responsabilidades históricas suma su hogaña decadencia. No la salva ni el Trópico, se asemeja a la U.R.S.S. estalinista, con la tumba del “Hombre Nuevo” incluido. Colombia imita a Chile. Sus anchas avenidas, inflamadas de protestas son el lugar de la política. Reclaman contra un Presidente incompetente, que ellos mismos eligieron.

¿Qué ocurre para que casi todo un continente, con sus jóvenes como vanguardia, desintegre sus instituciones? ¿Reniegue de tradiciones e historias? ¿Desconozca la separación de poderes? ¿Perciba a los opositores como enemigos ancestrales? ¿Fabrique líderes de barro? ¿Santifique mitos? No es fácil responder, ni la similitud de desaciertos asegura la igualdad de sus causas. Alternó guerrillas y dictadores.

Pero algo es indudable, la cultura democrática se volatiliza, los partidos se esfuman, el populismo oscurece un continente. Es ubicuo, sus garras asoman a derechas e izquierdas.

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