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¿Mera ignorancia?

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hebert gatto
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Quisiera referirme a tres sucesos ocurridos recientemente, que si bien en su superficie parecen no relacionarse, en un plano más profundo tienen que ver con una desafiante tendencia al egoísmo y la indiferencia que aqueja a nuestra sociedad.

El primero parece casi baladí, el Club Aguada conquistó su enésimo campeonato uruguayo de básquetbol y su hinchada lo celebró. Sólo que lo hizo en la puerta de su sede social donde una abigarrada multitud, que eufórica y sin guardar ni distancia ni ninguna otra medida preventiva, recordó los imperecederos logros de su institución. A ninguno de sus ululantes parciales se le ocurrió pensar que estaban incumpliendo con todas las prescripciones antivirus y que su legítima alegría, basada en cánticos y gritos, conspiraba no contra un bien menor sino directamente contra la salud de los montevidianos. Los de Aguada y los que no lo son.

El segundo episodio, lo conozco únicamente en su versión periodística. Parece ser que un conjunto de padres opuestos al uso de barbijos en los centros educativos fundaron el grupo “Educar sin Tapabocas”, integrado por “docentes y profesionales de la salud” (Brecha Año 36, No. 1840), con el objetivo de promover ante la Institución Nacional de Derechos Humanos y el CODICEN la derogación de este mandato. Lo fundamentan alegando que el uso forzado de mascarillas afecta gravemente la salud física y emocional de escolares y liceales. Agregan que el adminículo produce en sus hijos “distorsiones perceptivas” con el resultado que el compañero o profesor que los use luzca amenazante generando en los mismos ansiedades persecutorias. Ello tensa su “sistema neurovegetativo y lo predisponen al estrés crónico” (sic.) Omiten decir que prácticamente la totalidad de los países, la Organización Mundial de la Salud y la mayoría abrumadora de los médicos y científicos conocidos, aquí y en el exterior, señalan que el uso de tapabocas disminuye la propagación del virus. Con mayor o menor intensidad pero en todas las edades de la población. Abrumados por inminentes neurosis, desprecian esta consecuencia y adelantan no vacunar.

El último episodio es más grave, más conocido y más doloroso. Los gremios de Enseñanza Secundaria decidieron -como lo hacen desde la antigüedad clásica- parar el día de comienzo de clases. Denunciaron recortes de horas docentes, falta de locales y el sumario con retención de medio sueldo a docentes de San José que en el 2019 se autofotografiaron en su liceo con carteles opuestos a la reforma constitucional promovida por el actual Ministro del Interior.

Un hecho gravísimo que violó groseramente la laicidad y el art 58 de la Constitución de la República. Se trata, simplemente del ultra demorado comienzo de un sumario previsto en el Estatuto Docente y aconsejado por la jurídica del Ente. Para los gremios y el Presidente del PIT-CNT, una afrenta imperdonable.

Como adelanté, se trata de tres hechos de distinta entidad, sin embargo todos, así lo siento, hieren el sentido común. ¿Cómo no reaccionar cuando desconocer medidas sanitarias, enferma y mata gente? ¿El festejo sin barbijo, justifica, guarda proporción, con ignorar la pandemia? ¿Visto el esfuerzo del reinicio presencial de clases no resulta terriblemente cruel estropear la ocasión? ¿Es plausible hacer de ello una eterna costumbre?

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