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Una justicia fallida

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La distancia entre la heroicidad y la villanía es un camino en picada, tan breve que Luis Suárez, en menos de una jornada, pasó de la gloria al impuesto deshonor. El mismo tiempo que insumió a la Comisión de Disciplina de la FIFA, para, sin pruebas, condenarlo a la expulsión del campeonato mundial, una medida que buscó destratarlo. Cuando es sabido, que este organismo pese a sus devaneos de extraterritorialidad, carece de competencias soberanas y mal puede expulsar a nadie de un territorio o de un evento, como surge de su sanción. Del mismo modo que busca apartarlo coactivamente del deporte, le prohíbe reunirse con sus iguales o ingresar a un escenario futbolístico, como si previniera la propagación de una peste. En un tratamiento basado en presunciones que no se dispensa al peor de los delincuentes pese a que, a diferencia de lo que suele ocurrir en el fútbol, aquí no estuvo en riesgo la salud de nadie.

Parece inútil efectuar consideraciones jurídicas sobre un procedimiento,

La distancia entre la heroicidad y la villanía es un camino en picada, tan breve que Luis Suárez, en menos de una jornada, pasó de la gloria al impuesto deshonor. El mismo tiempo que insumió a la Comisión de Disciplina de la FIFA, para, sin pruebas, condenarlo a la expulsión del campeonato mundial, una medida que buscó destratarlo. Cuando es sabido, que este organismo pese a sus devaneos de extraterritorialidad, carece de competencias soberanas y mal puede expulsar a nadie de un territorio o de un evento, como surge de su sanción. Del mismo modo que busca apartarlo coactivamente del deporte, le prohíbe reunirse con sus iguales o ingresar a un escenario futbolístico, como si previniera la propagación de una peste. En un tratamiento basado en presunciones que no se dispensa al peor de los delincuentes pese a que, a diferencia de lo que suele ocurrir en el fútbol, aquí no estuvo en riesgo la salud de nadie.

Parece inútil efectuar consideraciones jurídicas sobre un procedimiento, por llamarlo de alguna manera, que se desarrolla sin las garantías procesales que tutelan los derechos humanos y por una institución como la FIFA, carente de aptitudes para impartir imparcialmente justicia. Tan falto de ella que adopta decisiones en procesos extraordinariamente breves, sin lapso de prueba establecido, sin evidencia de la alegada agresión (el invocado mordisco no se documenta) y en instancia cuya apelación, no suspensiva, puede producir, como aquí, resultados definitivos. Con el agravante que los jueces (de número impreciso en un órgano de características indefinidas) ni siquiera deben ser abogados ni atenerse a procedimientos reglados. No obstante este vagoroso tribunal decide sobre vida y destino de muchísimos seres humanos en plazos perentorios, definiendo sus posibilidades laborales o su futuro patrimonial, generando un monstruo ciego que si puede ser necesario para regular un torneo requiere que se lo democratice y por sobre todo que otorgue garantías y seguridades.

Así, sin meditarlo, se consagra esta monstruosidad probatoria que no solamente afecta a Luis Suárez sino, con mayor gravedad, a los uruguayos que en su conjunto soportan un fallo apresurado, más autoría de los medios de comunicación o de sus eventuales rivales deportivos que adoptada por un tribunal independiente. Como correspondería cuando verdaderamente se dicta justicia. No es excusa alegar que el tema se reduce al deporte y que es exclusivamente en ese ámbito y con esa trascendencia que debe juzgarse y resolverse.

El fútbol resulta la más importante de las actividades recreativas, seguida con pasión por millones de habitantes en todo el mundo y que al igual que las restantes prácticas humanas debe manejarse y dirimirse siguiendo estrictas reglas de imparcialidad. Normas aplicables a todos los ámbitos e iguales para todos, de fundamental valor docente y cultural. Aquí no solamente se las desconoce sino que en un obrar social, a la vista de todos, se atenta contra los principios que las sustentan: justicia, objetividad, debido proceso y derechos humanos, haciendo burla de ellos.
Un veredicto, que reiteramos, sufre una nación entera que advierte cómo una organización que pretende agrupar a la humanidad, ignora sus derechos cometiendo un atropello. Es por eso, por sus notorios defectos, que este seudo tribunal y este fallo deben desterrarse para siempre.

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Hebert Gatto

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