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Hablando de candidaturas

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Confieso que nunca participé del culto a José Mujica, ni jamás compartí la admiración por su indefendible período guerrillero, junto a la dictadura, uno de los imperdonables errores del siglo XX uruguayo. Tampoco celebro su presidencia, inexcusable despilfarro en una de las más prósperas coyunturas de la historia económica del país. Menos aún su frecuente reivindicación del M.L.N., por mucho que le pese a Kusturika. Sin responsabilidades de nada sirven las convicciones.

Sin embargo, sí me identifiqué con sus apreciaciones televisivas del pasado martes l5 cuando manifestó a Emiliano Cotelo, que rehusaba su candidatura a la presidencia de la República. Pese a la presión de su propio partido. No por su edad, un impedimento biológico relativo, aún cuando resulte aceptable, como dijo, abrir la portera a nuevas generaciones, sino por su honestidad al expresar que no ignoraba que su figura dividía al país cuando, en tiempos complejos como los actuales, es imprescindible procurar consensos. No es fácil para un líder, que concita mucha aprobación pero igual proporción de rechazo, admitir esa condición personal negativa y manejarla como razón para rehusar su candidatura. Pero por sobre todo, de mantener su promesa, revelaría en Mujica un giro ideológico trascendental: conquistar el poder a cualquier precio ya no es, como fue antaño en su práctica guerrillera, una prioridad revolucionaria. Importa el sentimiento de los pueblos y el cómo de esa conquista. No es lícito imponer utopías. ¡Chapeau por sus dichos! Aún tardiamente es valioso revisar conductas y valores.

No me provoca igual entusiasmo su mención de Ernesto Murro, el actual Ministro de Trabajo, como eventual candidato a presidente. No se trata de incursionar en tiendas ajenas. El eventual futuro presidente, cualquiera sea el partido que lo promueva, es un tema que atañe a todos. Murro, en un país capitalista donde la relación entre trabajadores y empleadores requiere pericia, equilibrio y espíritu de justicia, sin por eso olvidar a la parte más débil de la ecuación, no fue un ministro ecuánime. Su apoyo implícito a las ocupaciones sindicales, una aberración que rechaza la OIT, constituye un claro micro símbolo de su pensamiento. Sin perjuicio de su imposibilidad para ser candidato porque la Constitución se lo prohibe.

El artículo 195 de la Carta, es de una claridad meridiana, en tanto Murro fue Presidente del B.P.S hasta el 13 de febrero del 2015, no resulta posible su postulación a Presidente (su nominación en la campaña) sin que medie un entera etapa de gobierno desde su cese. Es decir que su candidatura (tal la calificación que maneja el texto), está vedada en el período electoral siguiente al de su desempeño en el B.P.S. Corresponde que la Constitución sea interpretada asegurando que los funcionarios del Estado, especialmente en cargos de la importancia de la Presidencia, cumplan rigurosamente con los requisitos y garantias que ella impone. Sin que siquiera se dude si los reúne. Probablemente sea un sueño difícil, pero un gran logro que el Presidente, futuro jefe de estado, no contribuya por su propio perfil -de ahí el valor de la auto exclusión de Mujica- o por las circunstancias de su elección, a ahondar las diferencias ideológico partidarias que persisten en el país.

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