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Futurología electoral

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Hebert Gatto
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Si, como adelantan las encuestas, en el Uruguay las elecciones fueran mañana, no sabríamos siquiera cuál de sus participantes conseguiría la mayoría relativa. Por más que podríamos vaticinar que los dos probables competidores para la segunda vuelta (instancia de segura realización), serían el Frente Amplio y el Partido Nacional. Un resultado que reitera lo ocurrido en las últimas elecciones nacionales. Así lo pronostican los sucesivos sondeos que sitúan a ambos contendientes cabeza a cabeza, con aproximadamente un 30% de los votos cada uno, muy lejos de la mayoría absoluta y adelantándose alternativamente por mínimas ventajas.

En cuanto al resto de los competidores en un lejano tercer lugar se sitúa el Partido Colorado —con un promedio del 7 u 8% del electorado— y detrás del mismo el Partido de la Gente con aproximadamente un 5%, seguido por el Partido Independiente que anda en el 4% y Asamblea Popular con un 2%.

Para evaluar debidamente estos guarismos debemos considerar la presencia de una constante de votos en blanco, anulados e indecisos (no siempre se discriminan en las encuestas), que debe considerarse alta al alcanzar un porcentaje de más de un 20% y que, como es sabido, no se mantendrá en la instancia definitiva. Con tales predicciones, actualmente bastante desacreditadas en atención a sus reiterados errores, y faltando aproximadamente un año para los comicios presidenciales resulta arriesgado adelantar resultados.

Aun cuando algunas consideraciones pueden ayu-darnos en nuestra tarea de augures, un ejercicio don- de, es bueno tenerlo en cuenta, la objetividad resul-ta relativa.

La primera de las observaciones o de las prevenciones, es que aún no conocemos a ciencia cierta quiénes serán en definitiva los candidatos a presidencia y vice de los diferentes partidos. Una definición de la mayor importancia para dilucidar cuál será su real apoyo en la ciudadanía. Pese a que ello recién se decidirá en las internas de junio del próximo año, algunas evidencias ya son asumibles.

Otra prevención, de carácter obvio, es que tampoco sabemos cabalmente cuál será la situación del país dentro de un año, aun cuando parece lógico pensar que no sufrirá cambios decisivos ni en su economía, amenazada por negros nubarrones, ni en la seguridad pública, la educación o en su problemática inserción internacional, importantes temas pendientes que no favorecerán la votación del oficialismo.

Fuera de este asunto general, en el Frente Amplio, aun cuando se habla de candidaturas múltiples, cabe presumir que los postulantes serán dos. Descartada que fue la del Cr. Danilo Astori, un estoico precandidato presuntamente de tardía tendencia socialdemócrata y por tal calidad una y otra vez humillado por sus consocios, restan como postulaciones efectivas las de Daniel Martínez, Ernesto Murro y Carolina Cosse. Siendo que el segundo no puede legalmente competir —de primar la cordura ello debería excluirlo—, solo restan dos habilitados. Decidir entre ambos no será sencillo para la coalición. Daniel Martínez, un condescendiente moderado, de ideología difusa, electoralmente la mejor opción para el Frente, no parece gozar de la simpatía del resto de sus coaligados. Especialmente en el Plenario, donde la mayoría radical —bases mediante— resulta decisiva. En tales circunstancias, descartando postulantes menores, la probable elección recaería en Carolina Cosse, una hierática ejecutiva identificada con el MPP que seguramente gozaría del apoyo del PCU (su candidato carece de chance). En tales circunstancias, la eventual decisión de Mujica de acompañar físicamente esta fórmula como vice podría resultar decisiva para su chance. Aun cuando, probablemente, ponga en peligro un eventual triunfo frentista en segunda, dada su escasa acogida entre los indecisos.

En el Partido Nacional, como decíamos, seguro retador electoral del Frente Amplio, las posibilidades respecto a candidaturas parecen más claras, aunque esta colectividad aún no se haya pronunciado. Luis Lacalle Pou, partidario de un razonable gobierno de entonación parlamentarista, mantiene una constante mayoría interna que parece augurarle el triunfo. Su contendiente principal, el wilsonista Jorge Larrañaga, pese a haber unido sus chances a una posiblemente exitosa reforma constitucional sobre la seguridad pública, no parece amenazar esa primacía. Seguramente los restantes precandidatos no tendrán incidencia en ese desenlace, excepto si se volcaran a uno u otro postulante.

En el Partido Colorado, cuyo techo electoral amenaza con no superar el 15% de adhesiones, de volver a competir el Dr. Julio María Sanguinetti, suya será la candidatura. La presencia de Ernesto Talvi, un economista sin experiencia política, tampoco parece amenazar ese final. Resulta más que probable, así lo han anunciado o insinuado sus voceros, que los colorados, en una segunda vuelta terminen apoyando al Partido Nacional.

La postulación de Edgardo Novick, un "outsider" posmoderno, tanto ideológica como políticamente, no mueve el tablero. En cuanto a la coalición socialdemócrata que anuncia el Partido Independiente, resulta una opción legislativa interesante, vistas las desventuras de la izquierda democrática dentro del Frente Amplio. Resta ver cómo desarrollará su programa dada la variedad de caminos en la larga y exitosa historia de la social- democracia, por más que sea notoria su desvinculación histórica con el marxismo y el totalitarismo. Una antigua definición que ya no se discute.

En síntesis, si se confirmara la aproximación de la mayoría de la oposición al Partido Nacional, las cifras indicarían que muy posiblemente ello volcaría a su favor los resultados de la segunda vuelta. El Frente Amplio terminaría pagando el precio de tres períodos de gobierno que culminan con una gestión más que regular de la actual administración. Una gestión que no ha podido superar su cepo ideológico y la prisión de un Mercosur del que no puede escaparpero que a su vez, le ha imposibilitado abrirse al mundo, una salida que para Uruguay resulta vital. A ello suma un balance interno como coalición que lo obliga a decantarse por posiciones extremistas, o en el mejor de los casos, lo paraliza en su actuación. Conformación que, mientras impere el mito Mujica, previsiblemente se agudizará para el próximo período electoral.

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