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Fútbol y soberanía

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HEBER GATTO
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Con la designación del senador colorado Pedro Bordaberry, el diputado blanco Armando Castaingdabat y el ex jugador Andrés Scotti se cerraría el proceso de integración de la Comisión Regularizadora ordenada por la FIFA para intervenir la Asociación Uruguaya de Fútbol. A esta comisión, a la que restaría la inminente designación de un representante del Frente, se agrega un cuerpo consultivo nombrado de la misma forma. Sorprende que pese a su alergia a la relación con los estados la organización rectora del fútbol mundial no trepidara en elegir a representantes de los tres partidos tradicionales para esta intervención. ¿Ocurrirá, como sostienen nuestros historiadores, que la política de coparticipación entre blancos y colorados que tanto colaboró en la pacificación del país, se muestre ahora capaz de recomponer nuestro fútbol?

No por esta curiosa concesión a la política vernácula, la Fifa, dejó de desconocer nuestra soberanía. Sustituyó a las autoridades de una sociedad civil uruguaya mediante una intervención, que por su claro carácter de medida de control -usualmente de raíz sancionatoria-, corresponde, en última instancia a la competencia del estado. Razón por la cual, no puede, sin atacar el orden público, ser asumida por organizaciones ajenas al mismo. Además que otorgarla a entidades extranjeras, como aceptó hacer la AUF, constituye un claro ataque a la soberanía nacional. No es necesario ser Carnelutti o Eduardo Acevedo para sospechar que la medida de la FIFA agrede lo poco que nos resta de independencia. Alcanza para constatarlo con la penosa conferencia de prensa brindada por el Sr. Jair Bertoni, un funcionario argentino de segundo orden, emisario de la FIFA, que ni siquiera conocía el nombre de la AUF, explicando, en tono acusatorio, los principios y valores a los que esta deberá ceñirse, para advertir lo humillante de esta intervención.

Sospecho que antes de desconocer la autonomía de las federaciones que la conforman, sería apropiado que la FIFA, en lugar de difundir moral, examinara su actuación. Para ello nada mejor que leyera el informe de su propia Comisión de Ética, redactado por un auditor, Michael J. García, para conocer sus gravísimas denuncias respecto a la elección de la sede de los mundiales. Allí describe como la FIFA estuvo dominada por “la cobardía, la venalidad, la arrogancia y la ira…. de quienes han llegado a dominarla”.

No ignoro que si defendiéramos demasiado nuestra soberanía, creyéndonos Francia, España o Alemania, quizás, como se ha alegado, correríamos el riesgo de desaparecer internacionalmente. Pero aún si recogiendo nuestra dignidad, olvidáramos este tema, no podríamos aceptar que se nos intervenga sin razones. Se ha repetido que ello se debe a que durante años nos negamos a adecuar los estatutos de la AUF a las exigencias de FIFA. Pero el argumento omite que esta había otorgado a Uruguay un plazo que recién vence en diciembre próximo, por lo que mal puede así justificar su exabrupto. En síntesis una pésima actuación de la FIFA, cuyos antecedentes cercanos, no la habilitan para semejantes alardes. Ni siquiera si la intervención, como fue el caso, le fuera reclamada por futbolistas, árbitros y entrenadores nacionales. Razón tiene la mayoría de la AUF, en muestra de dignidad, al apelar la medida.

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