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Comicios en la mira

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HEBERT GATTO
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La mayoría de los partidos que compiten con alguna chance por la Presidencia de la República han completado sus fórmulas electorales con la inclusión del candidato a la vicepresidencia.

En tanto prima la antidemocrática fórmula de las cuotas, se acudió al mal denominado formato “paritario”, un neologismo carente de sentido, mediante el cual la presidencia se otorga a un hombre y la vice a una mujer, o viceversa. Confieso que esta impuesta división por sexos no solo afecta el funcionamiento democrático en tanto coarta la libertad de elección, sino que puede conducir a absurdos irreparables en ciertas circunstancias, equiparando biología con minorías indebidamente excluidas. Dicho esto, siempre y cuando todos puedan ser candidatos. No siempre son progresos los denominados avances culturales.

En cuanto a las elecciones en sí mismas, el Partido Nacional lo resolvió pronta y eficazmente mediante la designación de Beatriz Argimón. Con su nombre, apelando a una mujer con tradición y valía, respetada en todo el partido, se superó rápidamente la posibilidad de que el sector de Juan Sartori pretendiera representación. Lo cual muy probablemente no hubiera sido de provecho para dicha colectividad.

En el Partido Colorado, Ernesto Talvi después de tomarse un tiempo para reflexionar eligió para el cargo al ex consejero de la ANEP, Robert Silva. Aparentemente omitió o no lo consideró relevante, que el mismo debió renunciar a ese cargo antes del 27 de octubre del año pasado. El tema es complejo, divide a las cátedras, y ni siquiera resulta fácil determinar cuál es el órgano competente para dirimirlo. ¿El Vicepresidente es un senador más, o la vicepresidencia lo aleja de esa calificación y lo convierte en un cargo autónomo? Este cronista -sin perjuicio de resaltar la idoneidad de Silva para el cargo y la eficacia de la fórmula- entiende que en tanto la Constitución en su articulo 94, inciso 2º, establece que la Cámara de Senadores “será integrada, además, con el Vicepresidente de la República, que tendrá voz y voto y ejercerá su Presidencia, y la de la Asamblea General”, resuelve la controversia. Los artículos siguientes que regulan el funcionamiento de la Asamblea General parten del supuesto que el vice es un senador dotado de todas sus potestades.

Respecto a la coalición Frente Amplio, una vez más la realidad se impuso a la ficción y mostró que la cacareada unidad es un recurso meramente retórico y falsamente icónico. El nombramiento de Graciela Villar desató la tormenta poniendo al descubierto la nunca desmentida pugna de intereses políticos e ideológicos que subyace a la coalición.

Los mismos que en su momento llevaron a la postergación del hoy endiosado Liber Seregni. Graciela Villar, una militante sindical de segundo orden, que nunca fue psicóloga, ni social, fue la designada para el cargo. De ese modo, el Frente insiste una vez más en complicarse, reiterando casi en un calco fotográfico lo ocurrido con el ex vicepresidente Raúl Sendic. Ello sin perjuicio de designar para un cargo ejecutivo de la importancia de la Vicepresidencia a una militante carente de toda experiencia legislativa, y, por consiguiente, sin manejo de los grandes temas nacionales. Lo cual no es un buen augurio para el caso de ausencia temporaria o definitiva del Presidente.

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