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Hace unos días la directora de Enseñanza Secundaria cuestionaba la existencia de liceos públicos de gestión privada. Decía, que no estaba de acuerdo con ellos y que los miraba con preocupación.

Hace unos días la directora de Enseñanza Secundaria cuestionaba la existencia de liceos públicos de gestión privada. Decía, que no estaba de acuerdo con ellos y que los miraba con preocupación.

Por suerte, muy rápidamente, varios e importantes actores políticos oficialistas se apuraron a respaldar las iniciativas que en aquel sentido se multiplican, a partir de la experiencia del Liceo Jubilar, en Montevideo y, ahora, en el interior del país. Sin embargo, pese al explícito apoyo a los liceos cuestionados, no se advierte un fuerte impulso dirigido a desarticular los obstáculos que han impedido generar transformaciones radicales en el sistema público de educación en aquellos puntos que los especialistas identifican como fundamentales.

El desarrollo de liceos como el Jubilar, Providencia o Impulso no debería llamar la atención ya que son manifestación, entre otros, del principio de que la sociedad civil goza de libertad de organizarse a los efectos de lograr satisfacer sus necesidades e intereses. Es en este ejercicio de la libertad que las perso- nas conforman organizaciones con las más diversas finalidades.

En materia educativa, la creación de instituciones para atender sus aspiraciones no es algo nuevo. Un buen ejemplo de la importancia de la iniciativa de los particulares lo podemos encontrar en Colonia Valdense sobre finales del siglo XIX. Es allí donde, gracias al impulso de la comunidad, se creó el primer liceo del interior de la República. Ese liceo, además de estar ubicado fuera de Montevideo, era mixto y gratuito. Debieron pasar muchos años hasta que en 1912 naciera la sección de Enseñanza Secundaria y Preparatoria para Mujeres, así como la ley de creación de los liceos departamentales. Es decir, que al influjo del esfuerzo y de la iniciativa privada, no solo se dio satisfacción a la necesidad de elevar el nivel educativo de los vecinos de la Colonia Valdense y de sus alrededores, sino que también se daba paso a una radical innovación al habilitar cursos para la formación superior de las mujeres, la que, además, se producía en un contexto mixto.

Pero, sin desmedro de la importancia de la iniciativa privada en la historia de la educación en nuestro país, siempre ha estado subyacente la intención del Estado de limitar el margen de libre acción de los emprendimientos particulares, tesitura que se mantiene hasta el día de hoy. Persiste una gran desconfianza hacia lo que los ciudadanos puedan hacer. Desconfianza que también se manifiesta hacia el interior del sistema de enseñanza público que está fuertemente centralizado.

Recién ahora, muy lentamente, va cobrando fuerza el concepto de que es necesario avanzar hacia la desconcentración de los servicios y hacia una mayor autonomía de los centros de estudio. Existen experiencias muy exitosas llevadas adelante por liceos de Montevideo y del interior que pueden servir de ejemplo de todo lo bueno que se puede llegar a lograr.

Esta administración recién comienza. Veremos si logra destraba el nudo gordiano de la Educación e impulsar una radical transformación que reposicione la enseñanza pública en el lugar que corresponde, o, si, a la vuelta de los años se verá obligado a confesar su fracaso como, lamentablemente, le sucedió a su predecesor.

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Gustavo Penadés

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