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Gustavo Penadés
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La pobreza y la indigencia continúan bajando, habiéndose alcanzado, al presente, niveles históricos. Una excelente noticia que debe alegrar a todos los uruguayos.

Ahora bien. Si es entendible que el Frente Amplio quiera capitalizar esos números como un producto exclusivo de su gestión, la verdad es que esto no es así. Existe, por supuesto, un hacer de los gobiernos, pero nada se lograría sin el esfuerzo de toda la sociedad.

Pero, como sea, lo más importante, es que la baja de la pobreza y de la indigencia es un proceso que en Uruguay se viene dando, por lo menos, a partir del año 1985. Desde entonces, con altibajos, de manera más rápida o más lenta, la tendencia ha sido a la baja.

En 2002 la crisis quiebra abruptamente la tendencia llegándose a porcentajes de pobreza muy altos en 2003. Es así entonces que, no por casualidad, el Gobierno toma como referencia, para hacer las comparaciones, la cifra del 40% correspondiente a aquel año. Pero, poniendo las cosas en perspectiva, los números del 2012 son casi equiparables a los de 1994. Es decir, que superada la crisis nuestro país retoma el camino comenzado al final de la dictadura, cuando se vivían todavía las consecuencias de la rotura de la "tablita" en 1982.

A partir de la recuperación de la economía que se produce inmediatamente después de la crisis, la pobreza se empieza a reducir rápidamente. Crecen la demanda de empleo y los salarios, y el Estado realiza transferencias de dinero y aporta prestaciones a través de diferentes modalidades.

Llegados a este punto, conviene dejar sentado que tampoco es una novedad que el Estado ayude a los uruguayos más necesitados. Así se hizo —con muchísimos menos recursos y tecnología— desde las décadas del 40 y 50 del siglo pasado con las asignaciones familiares. Tampoco es novedad ofrecer la ayuda para alimentación. Tampoco apareció el "derecho a la Salud" por obra del FA; cuando la ley orgánica del MSP es de 1934… Estos son algunos ejemplos, entre muchos otros posibles, que muestran que la preocupación por los uruguayos menos favorecidos o con problemáticas específicas no es un invento ni de ahora ni de la izquierda, sino una política de Estado no escrita.

La preocupación presente debería ser ayudar a los que llaman los "núcleos más duros de la pobreza y de la indigencia". También se debe tener presente que las cosas no se reducen a quedarse contentos porque una persona o un hogar perciben ingresos superiores a un cierto —mínimo— monto.

Existen gravísimos problemas asociados a la mala calidad de la vivienda, y a la violencia e inseguridad. Así mismo, a la preocupación por las condiciones de vida debe sumarse la procuración para que los niños y jóvenes más desfavorecidos encuentren en la Educación la motivación y el camino para superar su situación. Hasta ahora ni el Poder Ejecutivo ni el Mides se han focalizado en generar políticas de alto impacto en esos campos.

A esta altura del período no creemos que se produzca ningún cambio sustancial, ni en las políticas ni en el accionar de un gobierno, que parece inmovilizado y sin ideas. En los próximos meses la discusión girará en torno a la Rendición de Cuentas, en la que gremios y autoridades se enfrentarán por el salario.

El resto de los temas deberá seguir esperando.

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