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GUSTAVO PENADÉS
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En agosto de 2005 escribimos un artículo en este mismo espacio titulado “Tiempo de esperanza”. Nos referíamos al proceso que se desarrollaba en Israel.

Se empezaba a producir lo que se llamó Plan de desconexión de la Franja de Gaza, territorio ocupado por Israel en la guerra de 1967, así como el desalojo de los asentamientos de Cisjordania. Con la retirada de Israel, la Autoridad Palestina pasaba a administrar los territorios que reivindicaba.

El primer ministro, por aquel entonces, era Ariel Sharon, un político de la línea dura que tomó una decisión muy controvertida y audaz que recibió el apoyo mayoritario de los ciudadanos.

Se vivía una sensación de euforia. Decíamos, que, con ese gesto unilateral, se abría un tiempo de esperanza, en que unos y otros tenían una oportunidad única para negociar y alcanzar una paz definitiva, o al menos lo más parecida posible a una paz definitiva. También advertíamos de la necesidad de que el gesto de buena voluntad de retirarse no fuera interpretado como un síntoma de debilidad que impulsara a avanzar en una escalada de violencia.

Lamentablemente, esto último fue lo que sucedió. Desde 2005 el lanzamiento de cohetes, disparos de armas de fuego y hasta el uso de globos incendiarios desde el territorio de Gaza se transformó en un hecho cotidiano para los ciudadanos de Israel.

La situación se agravó por un hecho político nada menor, como el de que las fuerzas de Hamás se apoderaron del control político y militar de Gaza, desplazando a las autoridades legítimas. Entonces, los ataques se redoblaron con la doble finalidad de afectar la vida de los israelíes, provocar una reacción militar del gobierno y de esa manera profundizar la escalada de odio y resentimiento que fomentan los grupos terroristas. A lo largo de los años las acciones terroristas lejos de disminuir fueron aumentando con respuestas de Israel muy firmes en 2008, 2012 y 2014.

Hace pocos días vivimos un nuevo capítulo del conflicto con el lanzamiento de miles de cohetes cada vez más sofisticados que solamente el despliegue tecnológico israelí pudo evitar que causaran más víctimas.

Algunos pretenden presentar el accionar terrorista como la única defensa del pueblo ante la prepotencia del gobierno israelí. Lo cierto es que Israel es un estado democrático, en el que tiene plena vigencia el Estado de Derecho y que cuenta con un Poder Judicial que ha dado muestra reiteradas de independencia. Por el contrario, el objetivo que anima el accionar de Hamás es lisa y llanamente el de destruir al Estado de Israel; nación con la que nuestro país tiene tantas y profundas vinculaciones. Ese objetivo no es ningún secreto y para lograrlo no renuncia a ningún medio. Sus acciones también son usadas como medio de propaganda frente a otros estados de la región y grupos políticos con quienes se viene disputando el poder en los territorios bajo el control de la Autoridad Palestina.

Como no puede ser de otra manera, finalizamos con una invocación a la Paz con la esperanza de que, de una vez por todas llegue a Medio Oriente; para que todos, sin importar el lado de la frontera en el que se encuentran, ni la religión ni la secta de la que formen parte, tengan la posibilidad real de formar sus familias y criar a sus hijos en paz y felicidad.

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