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Hace pocos días el Parlamento aprobó la Rendición de Cuentas correspondiente al ejercicio 2014. Desde el Frente Amplio se hizo una entusiasta defensa de la gestión. Se exaltaron las virtudes de un gobierno que habría logrado importantes avances en el desarrollo social y en el fortalecimiento de la economía. No terminamos de sorprendernos ante los elogios que merecieron los logros macroeconómicos de la administración Mujica.

Hace pocos días el Parlamento aprobó la Rendición de Cuentas correspondiente al ejercicio 2014. Desde el Frente Amplio se hizo una entusiasta defensa de la gestión. Se exaltaron las virtudes de un gobierno que habría logrado importantes avances en el desarrollo social y en el fortalecimiento de la economía. No terminamos de sorprendernos ante los elogios que merecieron los logros macroeconómicos de la administración Mujica.

Todos los especialistas son contestes en afirmar que el último quinquenio -al igual que el anterior- presentó condiciones extraordinarias. La inversión extranjera alcanzó volúmenes muy importantes, las exportaciones crecieron en cantidad y valor y las tasas de interés internacional fueron bajas. Uruguay tuvo la suerte de seguir creciendo, determinando que los niveles de ocupación se mantuvieran altos y que los ingresos, en líneas generales, mejoraran.

Sin embargo, cuando vamos a las realizaciones nos encontramos con que nada cambió sustancialmente. Si nos detenemos a contemplar el Estado podremos advertir que todo sigue más o menos igual. La administración central, con algún retoque, sigue siendo la misma, aunque con más funcionarios. Se estuvo muy lejos del cumplir los objetivos y metas anunciados, producto de la incapacidad y del conflicto de intereses que en ella tiene lugar. La novedad quizás pueda ser la UTEC, aunque también en esto fracasó el presidente. Su buena idea de que la universidad tecnológica naciera de la UTU, desgajándola de la ANEP, fue trancada por el FA e instituciones afines. La centralizadora estructura organizativa de la Educación se mantiene incambiada, siendo incapaz de solucionar sus problemas de administración al extremo de necesitar a la Corporación para el Desarrollo para gestionar sus inversiones en infraestructura.

La gestión del MTOP fue tan peculiar que, por primera vez, no se le presentó al Parlamento un plan de obras quinquenal. El déficit en vialidad es notorio. El ferrocarril, cuya resurrección fue anunciada varias veces tampoco llegó a nada, salvo la reparación -con dificultades- de algunos tramos de vías. De Pluna está todo dicho.

Los acuerdos de participación público privada para infraestructura no funcionaron, salvo el proyecto del Ministerio del Interior para la construcción de una cárcel (procedimiento en el que el Partido Nacional insistió durante muchos años). El puerto de aguas profundas se llevó recursos y tiempo, mientras que el mantenimiento del canal Martín García aguarda soluciones permanentes.

La vivienda, factor fundamental de inclusión, no logró llegar a los sectores de bajos ingresos en la cantidad necesaria, y el Plan Juntos también fracasó.

En materia de seguridad pública no hay mucho que agregar a lo que todos conocemos. Quizás, el elemento más destacable es que se consolida la sensación de que no existe lugar del país que esté a salvo de la delincuencia.

Estas son, en apretada síntesis, algunas consideraciones sobre la gestión de Mujica. Dicho esto, también corresponde señalar que no gobernó en solitario, sino que lo hizo con el unánime respaldo de todos los senadores y diputados del Frente Amplio en todo momento fervientes y solidarios defensores de la gestión del presidente y de sus ministros.

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Gustavo Penadés

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