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El relato vs. la realidad

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Guillermo Maciel
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Tal vez tres frases del presidente Vázquez definen la inseguridad reinante. Primero dijo, "No voy a cambiar la política de seguridad"; al tiempo ha reiterado "Creo que (Bonomi) está haciendo una buena tarea" y por último remató "Hay un incremento (de homicidios), pero no es estadísticamente significativo, porque sigue habiendo países que están mucho peor".

Cuánta distancia entre el relato oficial y la realidad que sufren diariamente los uruguayos. Cuánta insensibilidad para los cientos de damnificados de la delincuencia. Cuánta falta de empatía con las víctimas inocentes. Cuánta frialdad para decir estas cosas. Cuánta indiferencia frente a una inseguridad que mata, hiere, deja lesiones de todo tipo, destruye familias, arruina personas, nos roba libertad y viola nuestros DD.HH. todos los días. ¿Cómo es posible sostener en defensa de una pésima gestión, que "hay países que están mucho peor"? Los uruguayos vivimos acá, no en otro país. ¿Cómo es posible decir que el incremento de los asesinatos "no es estadísticamente significativo"? Hablamos de vidas, de personas, de muertos y heridos, no de datos fríos y estadísticas. ¿No importa la gente? El problema más grave es que seguramente está convencido de estas cosas que dice. Y en general lo peor es cuando los gobernantes se tornan insensibles, autocomplacientes, negacionistas de la realidad y alejados de los problemas que sufre la gente cotidianamente.

La seguridad no solo no ha mejorado con los gobiernos del FA sino que ha empeorado exponencialmente. Importa tenerlo bien claro. Y frente a la angustiante inseguridad el Estado brilla por su ausencia, enredado en sus teorías, en su ineficiencia, en su pésima gestión.

"Uno de los más grandes errores es juzgar a las políticas y programas por sus intenciones, en lugar de por sus resultados", señalaba Milton Friedman.

Pues bien, los resultados están más que a la vista. Y lamentablemente los delincuentes son los únicos que han demostrado ser cada vez más eficientes. Robos, arrebatos, rapiñas por doquier, a redes de pagos, a cajeros automáticos (donde en 6 meses robaron más de 1,5 millones de dólares), a comercios, a shoppings, a estaciones de servicio, a transeúntes, etc. Como si fuera poco, se multiplican los arrestos ciudadanos ante la falta de presencia del Estado, con el riesgo que ello implica. Y se ven episodios lamentables y hasta surrealistas, como cuando los policías tienen que ir en taxi a detener a un delincuente, porque no cuentan con móvil en su seccional. A ello se agrega que ya ocurrieron 190 asesinatos en tan solo 151 días del año. Que es un alarmante promedio de un asesinato cada 19 horas.

Comparemos al Uruguay con otras realidades y repasemos algunos otros datos muy significativos: La ciudad de Nueva York nunca fue tan segura desde 1951. En 2017 ocurrieron apenas 290 homicidios (tasa 3,4 c/100 mil habitantes) en una población de 8,5 millones. El pasado año en Alemania, con algo más de 82 millones de habitantes, ocurrieron 405 homicidios (0,5 homicidios c/100 mil habitantes). Mientras que España con algo más de 46 millones de personas registró 308 homicidios (0,7 homicidios c/100 mil habitantes). En el mismo año en Uruguay con algo más de 3 millones (25 veces menos que Alemania y 15 menos que España) fueron 283 asesinatos (8,3 c/100 mil habitantes). La Comunidad de un Madrid con 6,4 millones de habitantes registró 39 homicidios (tasa 0,6). Mientras que Madrid capital con 3,2 millones de habitantes registró solo 16 homicidios (tasa 0,5).

Otro indicador significativo es la cantidad de policías con que cuenta un país para proteger a la gente. Uruguay, (según el propio ministro) tiene 421 policías cada 100 mil habitantes. Y no pueden con la inseguridad. La recomendación de ONU es de 289 policías c/100 mil habitantes. Reino Unido tiene 260; EE.UU. 248; Suiza 221; Finlandia 156; Argentina 222; Brasil 178; y Alemania 299.

Otro aspecto con pésimos resultados es la materia carcelaria. Según el informe anual del Comisionado Parlamentario, de 6 mil liberados, casi 4 mil vuelven a delinquir. En el 2017 ocurrieron en las cárceles (o sea bajo supuesta custodia o cuidado del Estado) 47 muertes (28 de ellas violentas). A su vez, 66% de los presos son reincidentes; el 62% no trabaja; 44% están recluidos en malas condiciones y 30% reciben tratos crueles. Y como si fuera poco, 4 presos se fugan por mes de cárceles uruguayas. Por ende la rehabilitación también falla. A ello se agrega que en 7 años se registraron 11.942 menores infractores, según el Registro Nacional de Antecedentes de Adolescentes, del Instituto Técnico Forense. Todo lo cual evidenciaría el fracaso en nuestro país de las políticas de seguridad. Y que estamos en un problema serio.

Las políticas en seguridad del gobierno han sucumbido ante la delincuencia. La seguridad no está relacionada exclusivamente a una cuestión de recursos (los cuales le sobran al Ministerio del Interior), sino a gestión, idoneidad, y estrategia. Pero se peca de ineptitud (para llevar adelante políticas exitosas), de irresponsabilidad (para cuidar a la gente) y de insensibilidad (para con las víctimas).

En suma, el gobierno no puede resolver los problemas cuando el problema es el gobierno.

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