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Sobredosis de demagogia

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GONZALO RAMÍREZ
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Desde el día que Sartori anunció su candidatura, violó grosera y sistemáticamente la ley electoral que impide hacer propaganda política en prensa, radio y televisión, hasta treinta días antes de las elecciones.

A Sartori no le preocupó en lo más mínimo violar la Ley electoral, ni la resolución de la Corte Electoral que lo intimó a cesar con ella, porque la Ley no tiene una sanción punitiva, más allá del reproche moral. A Sartori no le pesa que el lema histórico del partido de Oribe, diga “Defensores de las Leyes”, pues para él, el Partido Nacional es como el cuadro de futbol inglés que compró como inversión y no porque fuera hincha del mismo. Primero quiso comprar el Oxford United y como se frustró la operación, compró el Sunderland FC. Para Sartori, todo es un negocio.

¿Qué otras cosas ha hecho Sartori? Demostrar el más absoluto desinterés por temas tan importantes como la situación de los trabajadores uruguayos. Primero, al no haberse tomado el trabajo de averiguar cuál es el monto del salario mínimo nacional, cuando éste es un pais de trabajadores y el desempleo su principal preocupación. Luego, como si se tratara de una banalidad, su jefe de campaña declaró que “la imagen de que Sartori no sabe cuál es el valor del salario mínimo es una estrategia".

Pero hay otras cosas que molestan a los verdaderos blancos, que vienen desde hace años preparándose para gobernar, conformando equipos y programas de gobierno -serios y viables- y es la demagogia de las propuestas de Sartori, que afectan la credibilidad de todo el Partido Nacional.

Así, propone crear 100 mil puestos de trabajo sin un programa serio que lo respalde, cuando el desempleo está afectando a miles de familias uruguayas.

Al igual que la promesa del empleo, realiza otra propuesta demagógica dirigida a la población más vulnerable, aprovechándose de la necesidad de las personas: le prometió a todos los jubilados medicamentos y tratamientos especializados sin costo, mediante la entrega de una tarjeta de nombre Medicfarma. Trascribimos textualmente la declaración del político que se dice blanco, ya que en los últimos días -ante las reiteradas críticas- ha tratado de atenuarla:

“Mi compromiso con los jubilados y pensionistas es garantizar los remedios y acceso a tratamientos especializados a través de la tarjeta medicfarma. Se acabaron los tickets, todos van a tener acceso sin costo a los medicamentos que necesitan”. (El País, 8 de mayo)

Decimos que son propuestas demagógicas porque no es creíble que un hombre de negocios, que lleva en su cabeza todos los indicadores de sus inversiones en las bolsas de valores de varios países, no esté informado que el Fonasa en Uruguay, a setiembre del 2018, tenía un déficit de 700 millones de dólares anuales.

Al respecto, surge de la información publicada por el MSP, que el pasivo total de todas las instituciones de asistencia medicas colectivas del sector privado es de 875 millones de dólares. Y gran parte de ese pasivo, está constituido por créditos -fideicomisos- garantizados por el Estado. A modo ejemplo, recientemente, se anunció un nuevo fideicomiso para salvar a Casa de Galicia por 28 millones de dólares. Por esa razón, es absurdo que alegremente Sartori declare que el costo de esta promesa electoral, se calcula en 152 millones de dólares al año, cifra que si fuera correcta, se debe sumar al déficit de 700 millones anuales ya existentes, en un país cuyo déficit fiscal es el más alto en los últimos 30 años.

Esta propuesta es inviable y la prueba de ello es que hasta lo desmintió su asesor en salud, Mario Cabrera -según informa El Observador 30/05/2019- diciendo: “Más allá de que sea gratis algo para alguien no puede ser para todos. Eso es imposible”. También aseveró Cabrera: “Probablemente en el medio hubo alguien que entendió del punto de vista de la campaña podía tener más gancho esa propuesta”.

La conducta se ve agravada, porque se está entregando a los jubilados una tarjeta, en la que se establece que esta propuesta entrará en vigencia el 1/03/2020, si Sartori es electo presidente y se los exhorta a mandar unWhatsApp para obtener los datos de los más incautos. El hecho de materializar una promesa electoral en una tarjeta que se entrega para generar confianza en los incrédulos, rememora la peor política clientelista de algunos políticos que entregaban tarjetas personales, prometiéndole a los votantes, que con ella obtendrían luego de las elecciones un empleo público o se le facilitaría una jubilación a la que no tendría derecho.

Empieza a quedar claro, qué es lo que está haciendo Sartori para tratar de captar votos. No es otra cosa que mentirle a la gente, prometiendo lo que sabe que no va a poder cumplir.

Como en realidad es “extranjero”, contrata asesores expertos en marketing político, para que le digan cual es el talón de Aquiles de cada uno de los uruguayos, donde está la llaga o padecimiento de cada de familia, y luego le promete a cada uno una solución mágica que sabe que no va a cumplir, explotando las necesidades humana como mecanismo electoral.

Con la inversión económica más grande que se ha conocido, le llega a las personas por todos los medios de comunicación, inundando de dinero los medios y las redes, con mensajes seleccionados en base al uso de inteligencia artificial, que le permite elegir a las víctimas de sus propuestas, sin margen de error.

Como si esto fuera poco, en todos sus discursos dice ser un político diferente a los demás, aprovechando el desencanto del pueblo con la clase política, pero simultáneamente, al igual que los peores políticos de América, llena de ilusiones a los más necesitados.

Ya que le gusta plagiar frases ajenas, podría recordar que “con el partido nacional no se jode” y aprender que en este país, con los jubilados tampoco.

En definitiva, desde el punto de vista político es un candidato tan pero tan pobre, que lo único que tiene es mucho dinero para gastar en marketing.

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