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Vacaciones para no morir

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Gina Montaner
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El otro lunes la mayoría de los estadounidenses se habrá dedicado a descansar por ser un día festivo que además, marca el final del verano.

Es una fecha ideal para reflexionar sobre los resultados de un estudio que acaba de dar a conocer la Sociedad Europea de Cardiología realizado con 1.222 ejecutivos de mediana edad: aquellos que toman tres o menos semanas de vacaciones al año tienen un 37% más de probabilidades de morir, comparados a los hombres (una vez más, no tenemos idea de los efectos en mujeres ejecutivas) que han disfrutado de más de tres semanas de asueto anualmente. El estudio también indica que las vacaciones tienen mayor incidencia en la salud que el ejercicio, la vida activa y una dieta saludable, tres factores importantes para una existencia más longeva.

A diferencia de muchos países europeos, donde el mes de descanso en verano está garantizado y se suma a una serie de días festivos en el calendario, los estadounidenses disfrutan de una media de diez días de vacaciones al año. Además, la tendencia es cada vez mayor a renunciar a los pocos días de ocio, presionados por una cultura laboral que premia al trabajador incansable que se lleva el trabajo a casa. Estados Unidos es una potencia rica y pionera en el mundo tecnológico y científico. Sin embargo, el balance entre el ámbito profesional y el tiempo del que disponen las personas para su recreo deja mucho que desear. Ese concepto de la desconexión total que permite el modelo europeo de la vacación estival (y que según el estudio puede ser la clave para vivir más tiempo), es anatema en una sociedad en la que no estar pegado al móvil a todas horas puede acarrearle al empleado fama de improductivo.

Recientemente leía una entrevista en El País al historiador israelí Yuval Noah Harari, autor del bestseller De Animales a Dioses, quien se declara firme defensor de lo que llama "limitar los tiempos". De dividir la jornada en actividades bien demarcadas que incluyen, al menos en su caso, dos horas de meditación antes de dedicar tiempo a repasar correos y al trabajo, sin pasar por alto la lectura. Harari, que vive en una cooperativa rural en las afueras de Jerusalén, no tiene smart-phone, pues está convencido de que la conexión constante solo conduce a la dependencia que producen las redes sociales. Por otra parte, también es cierto que este exitoso autor con más de 15 millones de libros vendidos cuenta con asistentes que se encargan de los menesteres más mundanos.

Pero Harari, que al menos una vez al año hace un prolongado retiro de 2 meses (no religioso porque es ateo), acierta al apuntar como un peligro para el bienestar de todo, la adicción a los móviles y otras plataformas que impiden que la mente repose. No se puede pensar en alguien más productivo que él —inmerso en conferencias, giras de libros, la propia escritura—, pero en medio de su actividad y enorme popularidad defiende su esparcimiento (centrado en la meditación Vipassana) para poder diferenciar la realidad de las ficciones que elabora el hombre. No se me ocurre mejor día que uno festivo para meditar acerca de lo que resalta este estudio reciente: las vacaciones son fundamentales para vivir más y mejor. Renunciar voluntariamente a ella es desistir del placer y los beneficios del ocio, que equivalen a dar oxígeno a la vida.

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