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Cuando el Estado es el enemigo

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gina montaner
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Occidente no acaba de encajar el golpe bajo de Alexander Lukashenko. Todo apunta a que el gobernante bielorruso urdió el desvío de un vuelo de Ryanair con el objetivo de apresar a un pasajero en particular que volaba de Grecia a Lituania.

El hombre fuerte de Bielorrusia le seguía los pasos al reportero y bloguero Roman Protasevich, opositor que había documentado las protestas en contra del modelo autoritario impuesto por Lukashenko. Mediante un complot del aparato de inteligencia, consiguieron que la aeronave aterrizara en Minsk, donde, para espanto del periodista, acabó en las mazmorras de la policía política. Como cabía esperar, poco después el gobierno divulgó un video en el que Protasevich se autoinculpaba de haber organizado “disturbios masivos” en la capital bielorrusa. Desesperada, el pasado jueves su madre pedía ayuda en una rueda de prensa en Varsovia para conseguir la liberación del joven de 26 años.

Estas sucias maniobras de gobernantes con vocación totalitaria se repiten una y otra vez. El conocido disidente que tanto incomodaba a Lukashenko ha sido sometido a vejaciones psicológicas y físicas que lo han llevado a expresar un mea culpa producto de la coacción y el terror. En la vecina Rusia Putin somete a su más reconocido preso político, Alexei Navalny, a condiciones extremas con el fin de quebrarle el ánimo y la salud. Una práctica frecuente en el presidio político de Nicolás Maduro en Venezuela y, por supuesto, en Cuba, donde el régimen castrista es veterano en lo que concierne a violaciones de derechos humanos.

Sin ir más lejos, el prisionero de conciencia -tal y como lo ha declarado Amnistía Internacional- Luis Manuel Otero Alcántara permanece secuestrado en un hospital en La Habana. Desde hace semanas el artista y líder del Movimiento San Isidro se encuentra internado mientras la seguridad del estado le graba vídeos que pretenden escenificar su supuesta docilidad. Tácticas tan viejas y gastadas como la propia dictadura cubana.

Se trata de regímenes para los que las vidas de los ciudadanos que tienen cautivos no valen nada. Para ellos el mejor disidente es el que está muerto o silenciado y el pueblo sólo es carne de cañón. Por ello, ante las sanciones de la Unión Europea y las condenas internacionales, lejos de amilanarse, Lukashenko amenaza con “abrir fronteras”, que faciliten el flujo de migrantes y del narcotráfico en territorio europeo.

Una actitud desafiante que coincide con la del rey de Marruecos que, como castigo por la acogida en un hospital de España de un dirigente del Frente Polisario saharaui, instigó la llegada masiva de inmigrantes al enclave español de Ceuta; todo un chantaje migratorio para que el gobierno español ceda a sus presiones. Lukashenko, Mohamed VI, Maduro o Miguel Díaz-Canel en Cuba: todos ellos dispuestos a usar como moneda de cambio a seres dispuestos a cruzar fronteras y mares con tal de huir de la represión y la miseria. Por eso son inmunes a las condenas, pues su prioridad es permanecer en el poder a cualquier precio. La oposición y el periodismo independiente deben ser eliminados de cualquier modo. Con razón Roman Protasevich imploraba que no se lo llevaran, seguro de que su vida corría peligro.

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