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El castrismo y el avestruz

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GINA MONTANER
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Dicen que con los años los defectos se acentúan. Sin duda, el gobierno castrista en Cuba es una demostración de que los bajos instintos persisten a pesar de sus pésimos resultados.

La dinastía de los Castro ha estado en el poder desde hace la friolera de 60 años y ahora, bajo la presidencia Miguel Díaz-Canel, un “fiel escudero de la revolución”, las directrices del estatismo continúan intactas. El régimen, cuya impronta desde el comienzo ha sido el de un Estado parasitario mantenido primero por la ex Unión Soviética y luego por Venezuela, ha sido incapaz de generar prosperidad en un ámbito de libertades.

Ahora, en vista de que el chavismo vive sus horas más bajas y los barriles de petróleo que irresponsablemente proveía a Cuba se han recortado, el gobierno de Díaz-Canel revive el fantasma del Período Especial. O sea, se redobla la pobreza reinante. Si las vacas siempre han sido flacas, nuevamente son famélicas.

Vuelven las jornadas a la caza de alguna proteína, a pesar de las remesas que los familiares en el exterior (el exilio ha sido el gran sostén económico de la isla) hacen llegar para que sus seres queridos puedan “resolver”. Pero desafortunadamente no es cuestión de tener los medios para encontrar un pollo o unas viandas, es que, tal y como lo dicen los cubanos en las colas, la queja que se repite es la de “no hay nada”.

Volvamos a la terca desvergüenza de un régimen que solo se mantiene en pie a fuerza de represión: con el recuerdo aún vivo de los años tenebrosos de aquel Período Especial, el general Guillermo García Frías, que a sus 92 años pertenece al parque jurásico de la revolución, recientemente ensalzó las virtudes del avestruz como solución a los problemas de escasez. En una intervención digna de los Monthy Python, el anciano comandante aseguraba que con la abundante carne de esta ave y la cantidad de huevos que pone, los cubanos podrían sustituir los filetes vacunos que faltan

No es la primera vez que el régimen se saca del sombrero de copa descabellados abracadabras para (no) solucionar la perentoria crisis alimentaria. Fidel, padre de todas las ideas absurdas, en su día intentó reproducir una vaca “milagrosa” que iba a dar leche como si de maná se tratara. Hubo una época en la que conminó a los cubanos a criar pollos en sus viviendas, aunque carecieran de patio, convencido de que podían criarlos en gavetas y con lámparas para que pusieran huevos.

Es la cruel ironía de un supuesto estado de bienestar que lo único que ha conseguido es perpetuar un estado de malestar general. Se supone que un gobierno gestione con destreza la economía, incentivando a la sociedad a que genere riqueza por medio de la iniciativa privada. Pero el comunismo es lo contrario. Desde hace 60 años el castrismo ahoga cualquier impulso empresarial. Mientras les plantean a los cubanos planes risibles, les prohíben que abran sus propios negocios y compitan con el monopolio de los negocios que maneja la nomenclatura.

Lo que salva a los Díaz-Canel o al propio Raúl Castro, que manda a la sombra, es que no hay elecciones libres que les saque del poder por incapaces. Sí tienen razón en una cosa: el avestruz los retrata a la perfección. Imitando a esta ave los castristas esconden la cabeza debajo de la tierra antes que admitir su estrepitoso fracaso.

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