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El amor en tiempos de alzhéimer

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Gina Montaner
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En una Corte Suprema dominada por hombres, el nombramiento en 1981 de Sandra Day O’Connor como la primera jueza de la más alta instancia judicial del país fue histórico.

A sus 88 años O’Connor, que en su día fue nominada por el presidente Ronald Reagan, ha anunciado que se retira de la vida pública porque padece de demencia y su deterioro mental se ha acelerado en los últimos tiempos.

En 2006, a pesar de que en ese momento tenía plenas facultades, decidió retirarse para cuidar de su esposo, quien para entonces estaba sufriendo los estragos del alzhéimer.

Cada vez es más habitual tener noticias de personas allegadas o conocidas a las que se les ha diagnosticado esta enfermedad relacionada a la vejez y que consiste en la pérdida gradual de la memoria. El hecho de que la expectativa de vida ya se aproxima a los 80 años, sin duda contribuye a que la senilidad o el alzhéimer formen parte de la realidad en un mundo donde ya no es una idea descabellada aspirar a ser centenarios.

Por lo tanto, no sorprende que la jueza O’Connor sea una más de los millones de personas que se enfrentan a este padecimiento en el último tramo de la existencia. Pero más allá de esta triste noticia que devuelve a los titulares a esta mujer prominente, lo que merece destacarse es que O’Connor protagonizó una singular historia: poco después de dejar la Corte para hacerse cargo de su pareja tras 55 años de matrimonio, su esposo, que ya no la reconocía, reencontró el amor con otra paciente aquejada de alzhéimer en el centro donde lo atendían.

Así la juez Sandra O’Connor pasó de ser la esposa y compañera de toda una vida a la dulce amiga que lo visitaba con asiduidad para departir con él y con la mujer con la que compartía sus días de desmemoria.

Lejos de percibirlo como una cruel jugarreta del destino la jueza ponderada, cuyo voto fue fundamental en temas tan trascendentes como el derecho al aborto, comprendió que se había desdibujado en la mente de su cónyuge y solo podía alegrarse de que el pulso primario del deseo y el afecto se resistían a borrarse.

Fue precisamente en el año en que O’Connor se jubiló cuando se estrenó Away from her, producción canadiense en la que una Julie Christie madura encarna a una mujer a la que le diagnostican alzhéimer. En esta historia, inspirada en un relato de la autora Alice Munro, es el marido el que ha de aceptar que su esposa redescubre el amor con otro paciente. Al igual que la jueza O’Connor en la vida real, el hombre acepta con resignación que forma parte de un pasado que se ha borrado de la memoria de su ser querido.

La senda del olvido que afecta a tantos hombres y mujeres no cierra del todo la puerta para el romance y la ternura. Es tal la impronta del amor y la sexualidad que lo acompaña, que en los centros donde se reúnen ancianos aquejados de este mal extendido, los romances y el deseo reverdecen dejando en penumbras los recuerdos de otra vida pasada.

Con la misma entereza con la que hace años enfrentó la inesperada situación que vivió con su esposo, hoy la jueza Sandra O’Connor afronta su propia desmemoria. La suya es una extraordinaria historia del amor en los tiempos del alzhéimer.

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