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Victoriosos

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Gerardo Sotelo
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El presidente Vázquez le entregó el pabellón patrio a la selección uruguaya de fútbol que competirá en el mundial de Rusia, en una ceremonia que siempre resulta significativa.

"La celeste" es un tema central de la sociedad uruguaya, especialmente la de la última década, tanto por sus resultados (muy buenos si los comparamos con los de los últimos cuarenta años) como por su comportamiento.

Las selecciones de Tabárez nos han permitido festejar algunos triunfos deportivos (siempre relativos y fugaces, como todos los que se obtienen en competencias periódicas) y dejar atrás las épocas de ostracismo. La dimensión de la decadencia del fútbol celeste hay que medirla tanto en los pobres desempeños de sus combinados como en la paupérrima imagen que cosechamos durante demasiado tiempo, fruto de la equivocada concepción de que intentar la victoria de cualquier manera nos permitiría recuperar la gloria perdida.

Ganar un campeonato mundial es algo extremadamente importante para cualquier país; un hecho excepcionalísimo, reservado para un puñado de naciones de la elite del fútbol. Todos tenemos grandes expectativas sobre la suerte de la selección, más allá de nuestras reales posibilidades y aún de lo que marca la Estadística. Sin embargo, no todos tenemos presente que ganar en una justa deportiva no es el objetivo superior al que deberíamos aspirar. Hacerlo a cualquier precio y por cualquier medio, puede ser la forma más eficaz de forjar una derrota de larga duración.

Los futboleros solemos perder la razón cuando está en disputa la camiseta de nuestros amores, pero una cosa es la liga local y otra un campeonato mundial, disputado ante cientos de millones de espectadores de todo el planeta. El partido, que se juega en la cancha pero que se replica en una cantidad incalculable de pantallas de televisión, computadoras y teléfonos móviles, termina siendo un espectáculo integral, multidisciplinario, típico de la cultura global de esta época.

En este escenario trasnacional de alta competencia, el fútbol es solo una excusa y la destreza técnica de los futbolistas, un ingrediente fundamental pero no exclusivo.

Conjuntamente con sus habilidades, los jugadores celestes le mostrarán al mundo qué tipo de sociedad representan. En su mejor versión, pueden dejar la impresión de que la nuestra es una comunidad de gente educada y laboriosa, capaz de luchar por lo que ambiciona (individual y colectivamente) sin violar las reglas ni vilipendiar al prójimo.

Contrariamente a lo que creen sus detractores, el leitmotiv, "el camino es la recompensa" que inspira a Tabárez, no sugiere que el resultado sea lo de menos. La recompensa es llegar a la victoria transitando por un camino de superación de debilidades y flaquezas, porque el rival a vencer no está en la FIFA ni en el subdesarrollo relativo ni en las destrezas superiores de los contendores, sino dentro de nosotros.

Ojalá que la selección uruguaya triunfe en lo deportivo y en lo humano, de modo que podamos sentirnos orgullosos de nuestro fútbol, símbolo de una comunidad que lucha por sus sueños con coraje, destreza, solidaridad y respeto. Si así ocurre, habremos obtenido una victoria grande y duradera.

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