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Venezuela y el futuro

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gerardo sotelo
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Cuando las principales figuras del Frente Amplio discuten en público sobre las características del régimen liderado por Nicolás Maduro, no asistimos a un debate sobre el pasado sino sobre el tiempo por venir.

No es que necesitáramos escuchar de boca de José Mujica qué piensa de la democracia y los derechos humanos. Es que dicho con toda crudeza (“las condiciones en las que está Venezuela explican la actitud del régimen”) su pensamiento nos obliga a poner el grito en el cielo.

En primer lugar, para señalar su falsedad cronológica. No son las circunstancias las que justifican la actitud del chavismo madurista, sino sus características de revolución comunista las que llevaron a Venezuela a la tragedia.

Chávez inició su andadura democrática en 1998 (antes había intentado asaltar el poder por la fuerza y asesinar al presidente Carlos Andrés Pérez) presentándose como un líder moderado, inspirado en la Tercera Vía del laborista inglés Tony Blair, que rechazaba el socialismo y reconocía a Cuba como una dictadura. Poco tiempo después proclamaría su verdadera ideología: “el socialismo es el único camino a la paz perdurable... Nuestra revolución es pacífica pero armada. No se equivoquen burgueses”.

Nadie podría sintetizar de forma más clara y contundente la naturaleza de la revolución comunista. Hay un otro (“burgueses”, “kulaks”, “escuálidos”, “gusanos”, “oligarquía”, etc.) al que se estigmatiza, se lo escracha y se lo convierte en un paria político, para terminar persiguiendolo y acorralándolo. El huevo de la serpiente permitía saber de qué naturaleza sería ese régimen hace al menos veinte años.

Fue el fin del Estado de Derecho (“Si tratan de parar la producción les expropio todas las plantas”; “en esa casita que se ve allá vivió Bolívar recién casado... ¡Exprópiese!”, bramaba Chávez) y el dogmatismo comunista (Maduro llegó a poner de ministro de Economía a un sociólogo que decía que la inflación no existía) lo que destruyó el sistema productivo y el dinero venezolano. Fueron aquellas actitudes las que trajeron estas circunstancias, y no al revés.

Pero los dichos de Mujica merecen al menos otro comentario sobre un asunto mucho más grave. Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, todas las personas nacemos “libres e iguales en dignidad y derechos” (Art.1)… sin distinción alguna sobre su condición de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole” (Art. 2). La Declaración establece que, en la defensa de estos derechos, no se podrá hacer “distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país”.

La tesis de Mujica según la cual las condiciones sociales justifican la tiranía y la barbarie es la que esgrimieron los golpistas del Plan Cóndor para someter nuestros países en los años 70 del siglo pasado, en clara violación de la legislación internacional en materia de derechos humanos.

La polémica interna del oficialismo sobre si Venezuela es una dictadura habría sido desopilante si no estuviera de por medio la vida y la libertad de 28 millones de venezolanos. Y el escalofrío sobre qué futuro nos espera si cambian las condiciones.

No es sólo Venezuela. Es Uruguay. No son los pasados veinte años de tiranía chavista. Es el futuro.

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