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Profana

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Gerardo Sotelo
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La Real Academia Española define como profano lo que "no es sagrado ni sirve para fines sagrados".

La Real Academia Española define como profano lo que “no es sagrado ni sirve para fines sagrados”. 

De su etimología surge que el profano es aquel que llega hasta las puertas del templo (del latín pro, delante, y fanum, templo), por tanto, no participaba con los devotos en los cultos sagrados. En el latín, el vocablo profanare se refiere a una conducta que ensuciaba o deshonraba los valores y los símbolos religiosos.

Los dichos de Mercedes Vigil sobre la vida y la obra de Daniel Viglietti, encendieron la reacción de los fanáticos (los guardianes del fanum) quienes recibieron sus críticas como una profanación del credo sagrado. Ante semejante alteración del statu quo, es natural que se largaran a juntar firmas para que la Intendencia de Montevideo, a modo de castigo ejemplarizante, le quite a la dicente su condición de Ciudadana Ilustre. Tampoco es de extrañar que, gente habitualmente tolerante en temas mundanos, pretenda convertir la crítica de una profana en un "exabrupto".

¿Fue injusta Vigil en sus comentarios sobre el músico fallecido? ¿Fue acaso inoportuna? ¿Le faltó ponderación y equilibrio? Algunos pensarán que sí y otros, con idéntico derecho, que no. Incluso no faltarán quienes piensen que más o menos, teniendo en cuenta que estamos ante una figura con una trayectoria larga y prolífera, llena de matices. En una sociedad laica y democrática, en la que la libertad de expresión de los profanos está garantizada por la Constitución, las leyes y los tratados internacionales (aun en cuestiones sacramentales) estos debieron ser los temas en discusión.

El linchamiento no busca la vindicación sino que intenta silenciar la crítica; no por injusta o desubicada, como se alegó, sino por existir en esos términos. La profanación consistió en someter a Viglietti al examen dispuesto para los humanos: hacerse preguntas sobre lo que dijo, lo que hizo, lo que no hizo a pesar de haber aconsejado hacer y sobre las conductas que condenó en sus enemigos y eludió juzgar entre sus conmilitones.

Las respuestas pueden ser, como las de todas los asuntos, múltiples y contradictorias. Eso sería lo de menos si se tratara de cualquier mortal.

Los comentarios de Mercedes Vigil resultaron inaceptables porque, con mejores o peores argumentos (los del presunto exilio dorado de Viglietti me parecieron injustos y hasta frívolos), bajó al célebre músico del altar de los homenajes en pleno trance de ascensión al cielo revolucionario.

Nótese que nadie ensayó una refutación, una exposición de hechos y reflexiones que permitiera al público discernir libremente sobre las valoraciones negativas que realizó la escritora. ¿No es esto lo suficientemente llamativo? Demasiado.

La sustitución de la lucha dialéctica por el escarmiento dice mucho sobre el estado del debate de ideas en nuestro país y más aún sobre quién manda y con qué modales.

El imaginario cultural uruguayo se ha reconfigurado como un espacio confesional, dogmático, cuyos sumos sacerdotes y acólitos, ufanos de poder, prefieren eludir las controversias y combatir frontalmente la ideología laica, portadora siempre de la chispa de la duda y la contradicción. En una palabra, de la libertad.

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