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Juego de tiranos

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Pongámoslo blanco sobre negro. Grecia le debe al resto de Europa 240.000 millones de euros, como consecuencia de su endémica irresponsabilidad en el manejo económico y financiero. Para intentar sacar a Grecia de la penuria, sus hermanos europeos la asistieron ya en dos oportunidades.

Pongámoslo blanco sobre negro. Grecia le debe al resto de Europa 240.000 millones de euros, como consecuencia de su endémica irresponsabilidad en el manejo económico y financiero. Para intentar sacar a Grecia de la penuria, sus hermanos europeos la asistieron ya en dos oportunidades.

No satisfechos con estos dos rescates, el 61 por ciento de los ciudadanos griegos le dio un portazo en la cara a sus rescatadores, acusándolos de terroristas, reclamando además un tercer rescate.
Aunque “la troika” pusiera sin condiciones el dinero que reclama el premier Tsipras, Grecia seguiría fundiéndose una y otra vez. Así viene haciéndolo desde que entró, gracias al maquillaje tramposo de sus cuentas públicas, a la Unión Europea y al dominio del euro, y así seguiría, especialmente ahora que la demagogia del gobierno de Syriza resultó respaldada por las urnas.

Podría invertirse la lógica de la convocatoria referendista y preguntarle a los trabajadores alemanes y franceses, cuya productividad y ahorro financiaron la festichola griega, si desean seguir perdiendo su dinero en un país que vota y festeja con bombos y platillos que no tiene previsto pagar lo que debe.

Nadie debería dejarse engañar por los cantamañanas de la izquierda radical. El NO constituye un chantaje, no un acto de rebeldía. Rebelde es el que honra sus compromisos y que, en caso de tener dificultades, reclama un trato justo y razonable para hacerlo. Cuando Tsipras derivó sus responsabilidades a los ciudadanos, no estaba dañando al FMI ni al Banco Central Europeo sino a los millones de trabajadores que produjeron y ahorraron riquezas, mientras los griegos las dilapidaban.

Quizás el problema de Europa y Grecia no sea sólo financiero y social. Grecia está quebrada y la retórica incendiaria no hace aparecer la riqueza sino que la destruye y ahuyenta, por lo que necesitará asistencia humanitaria en cuestión de días. El problema es moral e involucra valores civilizatorios. Si da lo mismo ser productivo que no serlo, generar ahorros que gastar el dinero ajeno y pedir más, lo que habrá quebrado no serán los bancos y gobiernos europeos, sino la razón de ser de la Unión.

Para la generación que vivió las guerras del siglo XX, la cooperación multilateral que se apuró a partir de los años ‘50 tenía un valor que excedía el suministro de carbón y acero. Se buscaba una reconciliación que pusiera fin a siglos de enfrentamientos y se alentaba el sueño de una Europa unida y en paz. El horror del nazismo había quedado atrás, y con el tiempo también se pondría fin a la horrible aventura comunista. El pacto era por la prosperidad compartida, pero también por la paz, la democracia, la tolerancia y el respeto a la diversidad nacional. Como todo ideal, está aún lejos de alcanzarse.

Imaginemos qué pasaría si los países europeos preguntaran a sus ciudadanos si quieren seguir financiando la corrupción, la irresponsabilidad y la demagogia con la que manejan sus asuntos los líderes griegos. Es a esos millones de ciudadanos anónimos a quienes los antiguos tiranos de Europa (la izquierda marxista-leninista de Syriza y los nazis de Amanecer Dorado, aliados por el NO) han vuelto a tomar de rehenes.

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Gerardo Sotelo

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