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Iniciativa privada: la solución

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La inminencia del cierre del colegio José Pedro Varela despertó todo tipo de reacciones. Desde los trabajadores y su lucha por no perder el empleo hasta la preocupación de las familias por conservar el lugar donde hasta ahora educaban a sus hijos, casi nadie quedó al margen ni permaneció insensible ante la idea de que esta añeja institución educativa clausurara su actividad por problemas económicos.

La inminencia del cierre del colegio José Pedro Varela despertó todo tipo de reacciones. Desde los trabajadores y su lucha por no perder el empleo hasta la preocupación de las familias por conservar el lugar donde hasta ahora educaban a sus hijos, casi nadie quedó al margen ni permaneció insensible ante la idea de que esta añeja institución educativa clausurara su actividad por problemas económicos.

En medio de un clima de resignación y bronca, un grupo de padres que ya habían pagado el año lectivo por adelantado, decidió involucrarse. Era enero y seguramente la mayoría estaba pendiente de sus vacaciones anuales, pero terminaron dedicando largas horas a convocar y realizar asambleas, mirar números, proyectar flujos de caja y buscar fuentes de financiamiento para encontrar una solución a un problema.

Pudieron conformarse con la alternativa que la dirección del Varela había encontrado o simplemente, inscribir a sus hijos en otra institución. Eligieron comprometerse y ponerse a trabajar, hasta que lograron elaborar un proyecto posible, que permitiría mantener las fuentes de trabajo y de estudio. Más que eso, la iniciativa terminaría convirtiéndolos en los responsables de sacar adelante la institución con una conducción y gestión renovadas, a cargo de ellos mismos.

Lo que pasó es algo que no debería asombrar a nadie, ni siquiera a un pueblo como el uruguayo, acostumbrado a buscar culpables y mirar al Estado cada vez que las papas queman. Se llama “iniciativa privada”, una fuerza colosal que existe desde que el mono bajó del árbol y que permitió a los humanos encontrar la forma de dejar atrás las hambrunas, las pestes y la mortandad.

La iniciativa es una habilidad, pero también una actitud: para que nazca y prospere, se necesitan tanto destrezas adquiridas como carácter, valores que suelen estar presentes en los particulares o privados (por contraposición con lo público o estatal) que se asocian para perseguir los más diversos fines. Clubes deportivos, sindicatos, organizaciones humanitarias, cooperativas, comisiones de fomento, fábricas, murgas y bandas de rock, comercios, medios de comunicación, centros culturales y cuanto tenga que ver con la actividad humana, existen y prosperan porque alguien toma la iniciativa y va en busca de otros que persiguen el mismo propósito. Así, los damnificados pasaron del reclamo, al que tenían pleno derecho, a la acción. “Ni dioses, ni reyes ni tribunos”, como rezaba la vieja letra de La Internacional, cuando el himno de los trabajadores era un canto a la autonomía y no a la burocracia y el estatismo.

La iniciativa privada se desarrolla sin que se sepa a ciencia cierta cómo va a terminar. Muchas veces cosecha el fracaso y otras el éxito, por lo que suele gozar de mala prensa entre burócratas y prebendarios, que creen posible tener a la vez un trabajo seguro, rentable y poco exigente y que los hay de cualquier ideología y clase social.

Si no nos ciega el estatismo y la indolencia, este ejemplo podría convertirse en lección y ser la llama que encienda la futura prosperidad de la sociedad uruguaya y de cada uno de sus ciudadanos. Ojalá funcione y se aprenda

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Gerardo Sotelo

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