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España y nosotros

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Gerardo Sotelo
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Pensaba escribir sobre el golpe en Cataluña, la cobardía de Mariano Rajoy (en tiempos normales ya estaría en su Pontevedra natal, pero como reo) y la hipocresía previsible con la que la izquierda radical ha encarado la contienda. Pensaba digo, porque el filósofo Antonio Escohotado, ha llegado una vez más a socorrernos.

"Siete décadas sin guerras en el occidente europeo, y otro tanto de crecer la opulencia, promueven un crecimiento exponencial de la cobardía a ambos lados del espectro político. Para culminar la pantomima, un leninista declarado como Iglesias pide una mayoría restauradora de la democracia. La agresión no necesita consumarse, basta con que sea pos verdadera" (www.elconfidencial.com).

El modelo constitucional surgido a la muerte del dictador Franco, fue pactado básicamente por las dos corrientes políticas principales de la época: el franquismo, representado por Adolfo Suárez, y el Partido Comunista (PCE) de Santiago Carrillo. El primero se arriesgó a legalizar al segundo y este aceptó la monarquía parlamentaria y la antigua bandera rojigualda. De tales alternativas, dramáticas para ambos en su hora, surgió la Constitución de 1979, recibida con júbilo por los españoles, especialmente en Cataluña.

Los problemas que enfrenta España están considerados en los tres primeros artículos de su Constitución. El primero establece a quién compete resolver cuestiones de soberanía ("el pueblo español"), el segundo garantiza el derecho a las autonomías "de las nacionalidades y regiones… y la solidaridad entre todas ellas"; el tercero reconoce como oficiales todas las lenguas de las comunidades y al Idioma Español como una lengua oficial de Estado, que "todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla".

Como se ve, nadie roba a nadie, nadie tiraniza a nadie y la soberanía es de todos los ciudadanos. Todo esto por "la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles".

El nacionalismo catalán ha violado estos preceptos durante los cuarenta años de su vigencia, con la complicidad de los gobiernos socialistas y populares, cuyos líderes negociaron votos en el Parlamento a costa de los derechos y libertades de los catalanes castellanohablantes y la unidad de España.

¿Qué tiene que ver este órdago de saqueadores y cobardes con nosotros, además de los vínculos culturales, espirituales y familiares? La confirmación de que, puestos a defender la Constitución y la ley como principio innegociable en una sociedad libre, algunos eligen el atajo golpista y otros la represión de los más débiles.

Se puede pensar lo que se quiera del independentismo catalán (siempre minoritario) o de la respuesta institucional adecuada; no sobre la ilegitimidad de algunos procedimientos.

Avasallar a los ciudadanos no independentistas, la Constitución y la propia ley catalana, como dejar sueltos a los cabecillas del golpe y reprimir a los votantes, son procedimientos inaceptables.

Dentro de la Constitución y la ley, todo, que afuera esperan los totalitarios y los supremacistas para hacer de las suyas. La crisis española debería ayudarnos a abrir los ojos sobre las reacciones de quienes no parecen haber aprendido nada. Del pasado español ni del nuestro.

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