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Desconcierto

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El gobierno no tiene rumbo en materia de política exterior. Eso es muy malo para el país y la alternativa que nos queda es volver a los acuerdos programáticos celebrados por todos los partidos políticos con representación parlamentaria el 16 de febrero de 2005, en vísperas de asumir el Presidente Vázquez, como forma de encontrar definiciones que nos encolumnen a todos o al menos a la mayoría.

La discusión sobre un eventual tratado de libre comercio con EE.UU. dejó al desnudo las carencias del Poder Ejecutivo y en esta oportunidad, no le vamos a cargar las tintas al Ministro Gargano porque la responsabilidad descansa en todo el equipo de gobierno y no solamente en la cancillería. Aun cuando tenemos la convicción de que la inspiración ideológica y el rumbo que el Canciller pretende darle a su acción ministerial no se condice ni con la realidad ni con las necesidades del país, y muy probablemente tampoco con las decisiones que el gobierno va a asumir en los próximos tiempos. Y eso es precisamente lo que pretendemos averiguar.

Pero los hechos hablan por sí mismos. Todos estamos desconcertados con la política exterior del gobierno y francamente es muy difícil averiguar hacia dónde se quiere ir. No se supo valorar dentro de filas el valor del nuevo acuerdo logrado en el Tratado de Inversiones con Estados Unidos, fundamental en la proyección futura por encima de coincidencias o discrepancias ideológicas, y debió recurrirse a la disciplina partidaria —con importantes enfrentamientos internos y si no léase la exposición del Senador Fernández Huidobro en el Senado— para obtener su aprobación.

En el relacionamiento con la Argentina vamos a los ponchazos y todos los días un vocero distinto plantea un tema diferente que es motivo de desavenencias, en muchos casos virtuales, que nada positivo dejan y que van minando una convivencia que dista de gozar del mínimo de sensatez que la historia y el porvenir nos imponen. No obstante, hacemos causa común para pronunciarnos conjuntamente, sumando al resto del Mercosur y a Venezuela, en una posición totalmente ajena a la realidad regional y mundial, en la discreta cumbre de Mar del Plata.

Las diferencias surgidas ante la eventual celebración de un TLC con EE.UU. han sido definitivas en cuanto a debilitar la acción del gobierno en su política exterior. Porque quien debe ser y seguramente es uno de los principales interesados en convocar al inversor, en generar certezas que ayuden a elevar los bajos niveles de inversión extranjera directa, el Ministro Astori, no puede ni debe tirar arriba de la mesa un tema como el que lanzó, tomando desprevenido al Canciller. Quien a su vez se preocupa en explicar, hacer comunicados ¿oficiales?, ya para la Argentina, Brasil o para la interna de la fuerza política, y descartar todo posible acercamiento con los EE.UU., mientras por otro lado van agregándose elementos que generan la impresión de que las declaraciones de Astori no fueron improvisadas y hay un camino que se empezó a recorrer.

Si el desconcierto es verdaderamente absoluto dentro del gobierno, imagínese el lector lo que puede llegar a suceder a nivel de la oposición que ya no sabe, no sabemos, en qué versión creer, y mucho más grave para la población que asiste como espectadora a un debate entre Ministros que en verdad, no tiene desperdicio. Pero es poco serio y motivo de desprestigio frente a eventuales inversores o compradores de nuestra producción, y en definitiva esa es la cuestión que debe preocuparnos.

Por estas y muchas otras razones defendimos, defendemos y reivindicamos los acuerdos programáticos que el país necesita para adaptarse a los desafíos de la región y del mundo. Así, como venimos, no podemos seguir.

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