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El "caso Quebracho"

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Gerardo Sotelo
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Se llamaba Martín Bentancur y era un muchacho muy querido. La población de Quebracho está haciendo algo más que procesar un triple duelo.

En los hechos, colocar a un doble asesino y femicida en pie de igualdad con sus víctimas, puede resultar una conducta extravagante, pero no para sus amigos. No para muchos de los habitantes de Quebracho que lo conocieron y lo apreciaron.

El caso de Bentancur parece expresar un mar de fondo mientras que en la superficie, las aguas siguen el discurso de moda en torno a la tragedia de los femicidios. Es difícil entender cómo es posible que, personas inteligentes y de buen nivel educativo, puedan aceptar que existan explicaciones sencillas y únicas para un problema tan complejo.

La crónica policial solía referirse a estos hechos de sangre como crímenes pasionales, pero la terminología fue abandonada por una más precisa y aceptable para el discurso dominante, tributario y artífice del pensamiento políticamente correcto.

La pregunta ya no debería buscar explicaciones acerca de cómo alguien puede ser un trabajador aplicado y buen amigo, tal vez incluso un marido amoroso, al mismo tiempo que un asesino cruel y despiadado y un suicida en potencia. Quizás debamos sepultar definitivamente la explicación simplona y anticientífica, según la cual todo lo que los hombres hacen de malo a las mujeres es culpa del machismo heteropatriarcal. No porque no exista el machismo y sus secuelas sino porque tal simplificación no se corresponde con un cotejo medianamente objetivo y sensato de los hechos y los datos.

La psiquiatría, la psicología experimental, la genética, la sexología, la neurología y la biología, tienen mucho para aportarnos en la comprensión de las decisiones que tomamos los seres humanos, especialmente cuando estas expresan conductas extremas y contradictorias.

El rechazo de la multicausalidad, la contradicción y la incertidumbre en las decisiones de las personas, suele ser una señal de que estamos en presencia de una ideología totalitaria y una pandilla de manipuladores, que por lo general vienen juntos.

Nadie cuestiona que el femicidio tiene componentes culturales referidos a la transmisión de valores y estereotipos. Sin embargo, no puede entenderse una conducta de esa naturaleza sin contemplar los componentes individuales, cognitivos, que hacen que esa persona se comporte de esa manera ante la frustración de una ruptura.

Finalmente, hay también factores predisponentes de raíz biológica, en muchos casos solapados, que explican por qué, alguien cuya existencia transcurre de manera normal, un día desata una masacre, so pretexto de sentirse decepcionado por la mujer a la que dice amar sin medida.

Cuánto hubo de cada uno de cultural, de cognitivo o de biológico en las decisiones que tomó Martín Bentancur, no lo sabemos, y seguramente no lo sepamos nunca. En parte porque la ciencia aún no ha determinado el peso específico de cada uno de estos factores. En parte porque el discurso dominante se ha ocupado de silenciar todo aquello que no cierre con su explicación unidimensional, hecha a la medida del activismo y la manipulación ideológica. No da para más.

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