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Cambio sustancial

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GERARDO SOTELO
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Stephen Covey, gurú del management y autor de best sellers de la especialidad, decía que "todo lo que no llega a ser un compromiso consciente con lo sustancial, termina siendo un compromiso inconsciente con lo insustancial".

Covey advertía cómo la consecuencia de no acordar en torno a lo sustancial puede condenarnos a la inercia precipitada de lo irrelevante, consagrando así un doble castigo: no solo terminamos no haciendo lo que debemos sino, lo que es peor, podemos terminar haciendo cosas que no deberíamos.

La frase bien puede inspirar a la dirigencia política, en estos ochenta días que nos separan de las elecciones del 27 de octubre. Elecciones que serán, como antes del declinante ciclo frenteamplista, trascendentales, porque de las mayorías parlamentarias que ellas conformen, surgirá el nuevo gobierno del país. No el presidente, pero sí el gobierno que el presidente electo en noviembre deberá articular buscando mayorías.

La decisión de Daniel Martínez de entregar una carta proponiendo a sus competidores acuerdos en algunos temas centrales expresa exactamente lo contrario a lo que parece. El candidato oficialista se dio cuenta muy tarde de que el próximo gobierno será de coalición, y seguramente con más de dos partidos, algo que está más allá de las posibilidades del diseño frentista y de la lógica confrontativa de buena parte de sus sectores. Pero eso no es todo.

Resulta sobrecogedor observar que las candidaturas de la renovación oficialista las ocupan figuras que han estado en el Poder Ejecutivo desde el 1º de marzo de 2005, por lo que se les puede pedir cualquier cosa menos que aporten ideas y procedimientos que no hayan intentado aplicar antes, en sus largos quince años de gobierno.

¿Quién puede, entonces, articular compromisos conscientes y sustanciales para cambiar el país? Existen al menos dos hipótesis plausibles y ambas tienen al Partido Nacional como eje gravitatorio. Así lo está decidiendo la ciudadanía y no parece que haya señales lo suficientemente fuertes como para generar un cambio sustancial en lo que queda de esta campaña.

Una es hacia la extrema derecha (dicho esto en términos relativos, al menos a lo que se puede entender por “derecha” en Uruguay) representada por Cabildo Abierto. En tal caso, el futuro es sombrío, vinculado como está su discurso a las formas más atrabiliarias del nacionalismo ideológico y la globalifobia. Otra es hacia la centroizquierda del espectro político, donde se encuentra el Partido Independiente, y descontando que entre colorados y blancos hay un grado de afinidad de larga data que seguramente facilite los acuerdos.

Si el electorado se expresa consolidando el centro (nacionalistas, colorados e independientes) podrá buscarse acuerdos en combate al déficit fiscal, recuperación de la competitividad (especialmente de la cadena de valor del sector primario y de la pequeña y mediana empresa), políticas sociales eficaces y efectivas, fortalecimiento del rol policial y mayor presencia en los barrios, mayor inserción en los mercados internacionales, reforma educativa, y transparencia en la gestión de los bienes públicos. Pero para que esto ocurra, deberá haber antes compromisos consistentes en lo sustancial.

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