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Agraviante y preocupante

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La declaración del Plenario del Frente Amplio respaldando a un vicepresidente mentiroso y acusando a la prensa y la oposición de lanzar una campaña destinada a “debilitar la institucionalidad democrática”, no debería ser olvidada. Por lo que dice y por lo que deja avizorar.

La declaración del Plenario del Frente Amplio respaldando a un vicepresidente mentiroso y acusando a la prensa y la oposición de lanzar una campaña destinada a “debilitar la institucionalidad democrática”, no debería ser olvidada. Por lo que dice y por lo que deja avizorar.

La extrema gravedad del documento estriba en que no se refiere a una crítica sobre conductas políticas no compartidas pero legítimas. Tampoco a la tradicional diatriba de que la prensa le hace el juego a la derecha o que la oposición está en una campaña electoral permanente. Todo eso forma parte del debate político, que tiene en el Uruguay un remanso de paz y tolerancia.

Lo que dijo el Plenario es un agravio que coloca a los aludidos al borde de la ilegalidad. Alcanza con reparar nuevamente en la acusación: según el órgano del oficialismo, la oposición y la prensa estarían desplegando una campaña “destinada a menoscabar la imagen y credibilidad… de integrantes del gobierno, como así también debilitar la institucionalidad democrática del país”. Poco falta para que cualquier forma de crítica o disidencia sea considerada incursa en los delitos previstos en el ca- pítulo de delitos contra el orden público interno del Estado del Código Penal.

El mecanismo por el que se llegó a esto es tortuoso y tampoco debería olvidarse. Una periodista de El Observador, seguramente alertada por una fuente oficialista, entrevista a Raúl Sendic sobre su licenciatura en Genética Humana. Sendic le responde que no hizo tal licenciatura sino un curso corto de preparación para la docencia. Al otro día, cuando todo el país esperaba un sincero arrepentimiento por la trapisonda, Sendic decidió dar la versión contraria. Siguieron unos días horribles, durante los cuales el vicepresidente fue dejado en evidencia por sus propios compañeros. Entre ellos el intendente de Montevideo, Daniel Martínez, quien dijo que sabía desde hace muchos años que el título no existía, y Héctor Tajam, vocero del secretariado ejecutivo del Frente Amplio, quien aseguró que la polémica por el título era algo personal.

Pero luego tocó el turno del Plenario Nacional. Allí, el vicepresidente hizo un discurso para la antología universal de la cursilería, plagado de golpes bajos y datos ambiguos y armados para un auditorio complaciente y recalcitrante.

Desde Aristóteles, sabemos que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo. Sendic no puede referirse a lo mismo cuando afirma haber hecho un curso de unos meses de capacitación para la docencia y cuando asegura, como hizo ante el Plenario, que “hicimos la licenciatura”. Obsérvese al pasar que el imputado nunca dijo “soy licenciado” ni tampoco “no soy licenciado”. Cuando se refirió al meollo de su problema, lo hizo con una expresión doblemente elusiva que mantiene innecesariamente la interrogante sobre si es o no licenciado.

Decirle mentiroso al vicepresidente de la República ni siquiera es un juicio de valor. Es apenas una conclusión surgida de sus propias palabras. La declaración de Plenario, respaldando a un mentiroso y agraviando a sus críticos, marca un antes y un después en el relacionamiento político y no debería ser olvidada. Por lo que dice y por lo que de ella se puede avizorar.

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Gerardo Sotelo

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