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¿Wilson era de izquierda?

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Francisco Faig
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El lunes se cumple un siglo del nacimiento de Wilson Ferreira, a quien muchos analistas y dirigentes políticos caracterizan como un líder progresista del Partido Nacional (PN) con ideales de izquierda.

La idea es conocida y fue usada, por ejemplo, por Miranda para su campaña a presidente del Frente Amplio. Dentro de la franciscana pobreza conceptual con la que la izquierdista politología vernácula analiza al PN, resulta que se establece una especie de línea ideológica en la que más hacia la derecha se sitúa al Herrerismo y más hacia la izquierda al Wilsonismo. Así, ese terco empeño de que Wilson sea de izquierda, se señalan, por ejemplo, las medidas reformistas y estatistas de su programa de 1971, su furibunda oposición a la dictadura, y su conocido antiimperialismo salpicado de americanismo que, rezan muchos, bregaba por una patria grande de acentos metholistas.

En estas décadas además, la hegemonía cultural izquierdista ha hecho que incluso muchísimos blancos aceptaran esta infantil conceptualización como evidente, lógica y hasta natural. Empero, ella omite dimensiones históricas y políticas claves. Las históricas refieren sobre todo al contexto intelectual de hace más de medio siglo: no se entiende el programa de 1971 sin el desarrollismo en boga de los 60, por ejemplo; ni se explica el americanismo sin las recurrentes y nefastas intervenciones estadounidenses a lo largo del siglo XX en Latinoamérica, atendiendo además al difuso sentimiento entre arielista e hispanista desperdigado en el Río de la Plata.

Las políticas son más profundas. Wilson actuó en plena Guerra Fría, y si bien es cierto que en Occidente había izquierdas democráticas de referencia, también lo es que la izquierda uruguaya estaba sobre todo seducida por el campo socialista- soviético, tanto previo a la conformación del Frente Amplio, como luego y hasta incluso 1988. Y la verdad es que no había nada más alejado de la convicción política de Wilson que esa izquierda pro- Cuba de Castro, crítica de la democracia representativa por formal, falsa y burguesa, y promotora de un régimen político que renegaba absolutamente de las bases liberales de convivencia social.

Wilson era profundamente anticomunista, como debía serlo cualquiera mínimamente informado de lo que ocurría en el mundo y que, a su vez, se comprometiera con la libertad y la dignidad humana. Creía, por supuesto, en el Estado como importante actor social y económico, y así lo demostró cuando integró el gobierno de su partido (1963-1967). Pero sobre todas las cosas, estaba comprometido con la democracia liberal, esa de expresión ejemplar en el Uruguay hasta 1968, y esa por la que bregó a la salida de la dictadura mientras que Seregni y Sanguinetti acordaron con los militares en el Club Naval.

En definitiva, Ferreira defendía convicciones y conjugaba valores propios del PN. Imaginarlo pro- izquierdista en su tiempo es, francamente, una rotunda (y hasta risueña) falsedad histórica; y hacerlo pasar por afín a las ideas del actual frenteamplismo, en una obstinada y recurrente iniciativa que gana en interesado protagonismo cerca de cada elección, resulta sinceramente entristecedor, sobre todo por lo intelectualmente escuálido y moralmente despreciable de tan izquierdo esfuerzo.

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