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Unido será vencido

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FRANCISCO FAIG
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Por 20 años el Frente Amplio (FA) operó un proceso de acumulación electoral que le resultó de enorme éxito. Sin embargo, las elecciones del año pasado mostraron que su estrategia se rompió.

El FA se adaptó muy bien al cambio de reglas de juego de 1997.

Acostumbrado a un candidato único, procesó, a través de sus distintas listas al Senado y multiplicación de sectores y liderazgos, una sumatoria de votos que terminaron siempre agrandando el cauce partidario común. La estructura frenteamplista se amoldó al viejo principio del doble voto simultáneo, a la idea y a la persona en una misma hoja, que forjó nuestra política del siglo XX. Así, demócratas cristianos y comunistas estalinistas sumaron sus adhesiones en el entendido de que los rivales estaban fuera del FA y eran, sustancialmente, los partidos tradicionales.

Para que el sistema funcionara se precisaron liderazgos fuertes y diversos. Como las grandes alas desplegadas de los viejos partidos blanco y colorado en sus mejores épocas, Astori, Mujica y Vázquez fueron el tridente que permitió barrer hacia adentro del FA centenares de miles de votos de perfiles sociales y geográficos bien distintos.

Mientras que eso ocurrió en la izquierda entre 1999 y 2014, la reforma de 1997 encontró a los colorados en dos tiempos distintos: primero, beneficiados por el cambio en 1999; y luego, gobernando durante la peor crisis económica en 70 años. El desgaste del poder, las dificultades de renovación y la competencia feroz del FA en departamentos claves del voto urbano y popular, dejaron al Partido Colorado en un lugar relegado con relación a sus triunfos históricos.

Los blancos tuvieron enormes dificultades para adaptarse a las reglas de juego de la Constitución de 1997. La obligación del candidato único fue venenosa en un partido de fuertes y disímiles corrientes internas. También, la separación en el tiempo de lo municipal y lo nacional llevó a estrategias distintas: en demasiados departamentos el motor electoral de los líderes blancos del Interior trabajó con menor intensidad para octubre que para mayo. Finalmente, la imposibilidad de acumular por sublemas en elecciones de diputados quitó energías a las agrupaciones partidarias, esas que son el corazón de la movilización electoral blanca.

Todo esto cambió en 2019. Los liderazgos de sectores y partidos que terminaron luego conformando la coalición multicolor, rastrillaron con amplitud votos de todas partes para octubre. Vencieron así, con mayor oferta electoral desplegada, los constreñimientos estructurales de la reforma de 1997. Y en paralelo, un FA desgastado por el ejercicio (corrupto e ineficiente) del poder no supo abrir un abanico de liderazgos sectoriales renovados, fuertes y diversos.

El FA escorado a la izquierda y sin real amplitud interna que alumbró en 2019 se parece mucho más al de 1971 o al de 1989, que al que inició el proceso de acumulación hacia la victoria de 2004. Con su talante radical, se puso un techo de alrededor del 40% del electorado. Para romper ese techo, debería a su vez partirse: dejar a los radicales a un lado y permitir que los moderados-socialdemócratas pudieran crecer lejos de tanto filo- comunista dogmático.

Obviamente, eso no ocurrirá. Este FA seguirá unido. Y unido, seguirá vencido.

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