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¿Talvi tendrá razón?

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FRANCISCO FAIG
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No existe impedimento legal, es flojo el argumento de que si alguien no estuvo en la interna no debe participar luego, y una incursión electoral positiva sería muy apreciada por su partido: si Talvi creyera que una lista al Senado liderada por Bordaberry suma para que el Partido Colorado (PC) crezca para octubre, entonces ella se presentaría sin inconvenientes.

El problema es estratégico. Talvi está convencido de que el crecimiento colorado precisa seducir a las clases medias urbanas de sensibilidad socialdemócrata, que por décadas apoyaron al PC y que en los últimos 25 años fueron desertando en favor sobre todo del polo moderado frenteamplista. Para ese electorado, Bordaberry tiene mala imagen: católico conservador, hijo de quien diera el golpe en 1973, y con un aire de estanciero elitista que ellas aborrecen.

La apuesta es entonces a pescar en una pecera más grande y no quedar ligado a una opción que por un lado disgusta al universo simbólico en el que se mueven las clases medias de centro, y que por otro lado no solo no seduce a un electorado amplio (el conservador de derecha no lo es), sino que además competiría con Manini y con sectores blancos por los mismos votos. En el balance entonces, la lista de Bordaberry podría seducir internamente a muchos colorados que sin ella no tienen más remedio que votar a Sanguinetti o a Talvi, complica la atracción del voto de centro, y aporta poco apoyo exterior.

Todo esto es fácil de entender pero se sostiene sobre una base muy peligrosa. En efecto, quien moldea el universo simbólico político y cultural que hace que todo lo anterior sea tan evidente es la tarea de décadas de la hegemonía cultural de izquierda. ¿Cómo entender si no que el perfil de Bordaberry espante votos al punto de decidir que mejor no esté en la foto de octubre, y que la lista de Sendic, los corruptos del MPP con Placeres a la cabeza, o los apoya dictaduras de los comunistas, no dañen la imagen de Daniel Martínez? ¿Có-mo explicar si no, yendo a la historia reciente, que no haya problemas porque los socialistas, incluido Martínez, sigan reivindicando a un traidor a la Patria como fue Vivian Trías?

Ceder al criterio implícito del adversario político definiciones electorales propias por causa de un qué dirán que se sustenta en un universo simbólico mayoritario moldeado por ese adversario, es electoralmente peligroso: se le cede una herramienta agonística fundamental, porque ese adversario pasa a definir qué es lo que está bien y mal en elencos y opciones futuras para el país.

Alguien podrá decir que Talvi en tres meses no puede cambiar las líneas generales de esa construcción cultural y política que perdona todo a la izquierda y deslegitima a Bordaberry. Sin embargo, hoy es Bordaberry, porque tiene mala imagen. Pero mañana, si Talvi realmente se transforma en un rival de peso contra el Frente Amplio, la hegemonía de izquierda recordará todos sus pecados: haber estudiado con éxito en un colegio de élite y en Estados Unidos, y sobre todo haber colaborado con el gobierno demoníaco de Lacalle al lado del diablo encarnado, Ramón Díaz.

Hay entonces una razonable duda teórica en esta decisión. Pero seamos justos: también es verdad que Talvi ha hecho cosas arriesgadas y le ha ido muy bien. ¿Será otra vez el caso?

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