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Francisco Faig
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Se equivocó el gobierno. Pretendió dividir los reclamos por sectores productivos, con medidas que además representan unas pocas monedas en el presupuesto estatal. Dio así más vigor y legitimidad a todo el movimiento del campo.

Hubo un error conceptual. El Frente Amplio ha leído esta movilización como un reclamo de tantos, parcial, coyuntural, de conveniencia para grandes terratenientes y hasta oportunista. Como casi siempre ocurre en ese páramo de ideas articuladas que es hoy la casa Líber Seregni, fue Constanza Moreira quien dio letra para interpretar esta crisis. Y también como casi siempre ocurre, su lectura inspirada en el pequeño Lenin ilustrado para adolescentes latinoamericanos fijó quiénes son los amigos y quiénes los enemigos de la izquierda. Reafirmó tras sus consignas simplistas el convencimiento del frenteamplista común, ese que, como el flaco Castro o el Pepe Guerra, cree que todo va bien y que lo de Durazno no fue más que una horda criolla de latifundistas opositores.

Hubo un error sociológico. Más allá del peronista y pobre debate sobre la cantidad de gente movilizada el 23 de enero, lo cierto es que pasó algo nuevo: sin representación institucional previa y movidos por reclamos de fondo que hacen a la supervivencia de un sector fundamental de la economía, decenas de miles decidieron protestar civilizada y espontáneamente. Luego, desperdigados en unos 300 lugares del país, también fueron miles los que insistieron en su reclamo.

Creer que todo eso es la élite latifundista que secretamente se sirve de los productores pequeños para beneficio propio, o que son solo unos pocos ricachones egoístas y opositores al Frente Amplio, significa que se está realmente muy perdido entre los espesos rulos del dogma ideológico del constanzamoreirismo más primitivo. Porque la verdad es que se ha movilizado todo el mundo del campo y que además ha encontrado fuerte eco en el entramado económico de los sectores vinculados a la producción en las ciudades del Interior: pequeñas industrias, comercio, transporte, pequeños servicios profesionales, etc.

Hay un error de perspectiva. Esta movilización solo puede causar sorpresa si no se toman en cuenta las múltiples advertencias que desde al menos 2013 vienen realizando distintos dirigentes gremiales acerca de la situación cada vez más complicada del campo. A la luz de este enero, se podrá reprocharles con razón que no fueron más contundentes en sus reclamos y movilizaciones. Pero no se puede decir que no señalaron claramente que la inversión y la rentabilidad iban camino al despeñadero del atraso cambiario, el encierro comercial y el aumento de costos y de impuestos.

Finalmente, otro error oficialista es creer que el campo quiere ahora cambiar la política económica en beneficio propio. La madre del borrego no está ahí. La verdad es que el Frente Amplio ganó las elecciones de 2014 con promesas que luego no cumplió: dijo que abriría el comercio, y ni siquiera con Chile lo obtiene; aseguró que las cuentas estaban bien, pero hubo ajuste fiscal con aumento de impuestos y suba de tarifas; planteó una rápida baja de la inflación, pero en realidad fue lenta y se logró sobre todo con fuerte atraso cambiario.

Son muchos errores. Hay que cambiar el rumbo.

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