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Sendic y Mujica

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Francisco Faig
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Hay mucha gente que no lo puede creer: mañana se reunirá la Lista 711 en la casa del Frente Amplio y los principales oradores serán Raúl Sendic y José Mujica. Empero, en verdad no hay nada extraño.

En primer lugar, más allá de tales o cuales comentarios o iniciativas en la izquierda, lo cierto es que no hubo sanción partidaria contra Sendic por los desaguisados de Ancap. La renuncia a la vicepresidencia, en medio del sepulcral y castrado silencio de la oposición en el Parlamento, calmó un poco las aguas políticas y Sendic creyó luego posible presentar su lista al Senado para las elecciones de 2019. En definitiva, así como nunca hubo sanción frenteamplista por la campaña de la Lista 711 que en 2014 siguió el eslogan de Ancap, tampoco la habrá cuando Sendic renueve mañana su camino electoral, apadrinado, como siempre, por Mujica.

En segundo lugar, en ningún momento de la crisis por Ancap el expresidente soltó la mano del hijo del Bebe. El tiempo revelará si el acto de mañana termina siendo un mojón más en la estrategia de Mujica para ser nuevamen- te candidato a presidente. Pero, desde ya, sí es la reafirmación del principio tupamaro de siempre, ese que actúa según el criterio político amigo-enemigo. A los amigos les está todo permitido: comisiones en negocios con Venezuela, préstamos del Fondes luego incobrables, acomodos con grandes salarios estatales, beneficiosas pensiones, perdona-tutti millonarios en DGI y, por supuesto, horrores como los de Ancap, Pluna, gasificadora, puerto de Rocha, caballero de la derecha y tantos más.

Hay un error de análisis y equivocación política, que ya lleva años, que consiste en creer que la lógica tupamara funciona con las bases liberales que históricamente sostuvieron nuestros disensos políticos. Ellas implican respetar ciertos límites implícitos de convivencia; aceptar la legitimidad moral del adversario; y construir en conjunto a través de acuerdos negociados por actores rivales.

Los tupamaros, desde su convencimiento leninista, no creen en nada de eso. Podrán disimular aceptando ciertas reglas de juego, participando de elecciones y acordando en el Parlamento algunos temas, con muecas más civilizadas que las del grotesco populismo de la progresía regional. Pero si las papas queman, tomarán el camino que mejor les plazca independientemente de la legalidad democrática liberal que, en el fondo, ellos siguen creyendo no es más que una despreciable superestructura burguesa.

Mujica no sigue apadrinando a Sendic por un chantaje del hijo del Bebe que conocería secretos que más vale mantener a la sombra. Mujica lo apoya, como a Lula o a Cristina Kirchner, porque no importa nada la corrupción de los amigos cuando está en juego la batalla por el poder contra los enemigos. Y Sendic es amigo.

Visto en perspectiva, aflige mucho la ingenuidad, torpeza y connivencia de los mates mano a mano y de los asados fraternos con los que muchos dirigentes opositores legitimaron a Mujica en esta década progresista. Tanta candidez debe haber hecho incluso sonreír al Mujica más íntimo, que seguramente también caviló, con desdén, que tanta credulidad impide siquiera considerarlos enemigos. Desde su profunda amoralidad, tranquilo, ratificará ahora su apoyo al hijo del Bebe.

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