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El tiempo nuevo

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FRANCISCO FAIG
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El favoritismo de Lacalle Pou-Argimón es más pronunciado hoy que a fines de octubre. Con la alternancia en puerta, ¿qué características de largo plazo quedaron fijadas para este nuevo tiempo político?

Las perspectivas para el Frente Amplio (FA) no son buenas. Primero, electoralmente: al final del ciclo, terminará con una bancada parlamentaria similar a la de 1999 y con solo dos o tres intendencias en total. Segundo, políticamente: no solo no logró renovar con éxito sus liderazgos, sino que además dejó corrido muy hacia la izquierda su eje ideológico, ya que tupamaros, comunistas y socialistas radicales pasaron a conformar su amplia mayoría interna (33 de 42 diputados y 8 de 13 senadores).

A esta realidad se suma lo más importante: el discurso y talante de sus nuevas generaciones, independientemente del sector interno concreto al que adhieran, están radicalizados. Las Goyeneche y los Caggiani, los Andrade y los Civila están todos convencidos de sus énfasis socialistas y anticapitalistas; de sus alianzas internacionales progres en la región, ahora revivificadas con el kirchnerismo en el poder; de formar parte de los buenos de este mundo que representan al pueblo frente a la oligarquía; y de que del otro lado hay una aborrecible, reaccionaria, neoliberal y militarista coalición que debe ser duramente enfrentada.

Es como si ninguno hubiera entendido realmente sobre qué bases de moderación y uruguayidad de suave ondulación el FA logró seducir a las amplias mayorías urbanas entre 2004 y 2014. A largo plazo, quizá lo más interesante sea que no habrá garantía mayor y de más largo aliento acerca de posibles futuros fracasos electorales de la izquierda, que estas dogmáticas y compartidas convicciones esparcidas entre sus nuevas generaciones.

Las perspectivas de la coalición multicolor son muy distintas. Habrá un escenario nuevo: estarán llegando al poder elencos treintones-cuarentones. Es una generación muy centrada y pragmática, con experiencia política parlamentaria y de gobiernos departamentales, y que no se enreda en las consignas sesentistas de sus pares izquierdistas. Se lleva bien con las generaciones blancas y coloradas del 83, esas de la salida de la dictadura y que tuvieron cierta experiencia de gobierno antes de 2005. Y es una generación que no solamente evaluó críticamente lo ocurrido en los años 80 y 90, sino que además es muy consciente de los aciertos y de los excesos del FA en el poder.

La tarea no será sencilla, en particular porque la oposición política, cultural y sindical conducida por este FA radicalizado será feroz y artera. Empero, es claro que con decisión, colaboración interna y coraje, su horizonte de realizaciones puede ser tan portentoso como deslegitimador de cualquier leninista crítica.

Es que en definitiva, si todos los líderes de esta coalición entienden que se está abriendo un tiempo de genuino gobierno conjunto, capaz de enderezar al país en lo que hace falta y de asegurar un rumbo de prosperidad, entonces realmente podrán esperanzarse también con un largo plazo hecho de sucesivos triunfos.

Es posible avanzar hacia un futuro promisorio. Seguramente este sea el íntimo anhelo de las grandes mayorías populares que el próximo domingo terminarán de alumbrar el nuevo tiempo político del país.

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