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Libertad responsable

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pedro bordaberry
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Sergio Abreu acaba de asumir como Secretario General de Aladi. Ello nos priva a los lectores de El País de su fina pluma. Me han invitado a ocupar el espacio que deja. Invitación con seguridad teñida por el aprecio y la amistad con integrantes de esta Casa más que por méritos propios.

Vaya desafío ocupar el lugar que deja Sergio.

El destino quiso que sea la segunda vez que lo haga. Me tocó asumir como Ministro de Industria, Energía y Minería en su lugar en el 2003.

Los ministerios de Relaciones Exteriores y de Industria llevaban varios meses negociando con México para concretar un Tratado de Libre Comercio. Estábamos en las etapas finales y un cambio de Ministro era una desventaja para el Uruguay.

Era muy difícil sentarse a negociar sin conocer los antecedentes por lo que le pedí a Sergio ayuda. En forma generosa aceptó y viajamos juntos, el nuevo y el antiguo Ministro, a terminar de negociar y cerrar el TLC. Acuerdo por el que el Presidente Batlle y el Canciller Opertti habían trabajado tanto.

Fue una muestra clara de la fortaleza democrática del Uruguay. El nuevo Ministro concurría con el exministro, de Partidos distintos, a defender los intereses nacionales.

El Acuerdo se cerró y el TLC fue aprobado.

Descuento que tendré ahora el mismo apoyo.

En aquel momento el país enfrentaba como hoy una situación muy compleja.

Nos encontrábamos frente a la mayor crisis financiera y bancaria de la historia. La situación imponía tomar medidas de fondo, abrir mercados y recuperar nuestra economía.

Hoy tenemos otra crisis: la pandemia del coronavirus que afecta la salud y la economía de los uruguayos.

En ambos casos los gobiernos tomaron medidas valientes y tuvieron un rumbo claro.

En el 2003 se enfrentó la crisis bancaria que llegó desde Argentina respetando algo que está en nuestro ADN: el cumplimiento de las obligaciones. Declarar el default, como algunos pedían, hubiera significado desconocer la tradición uruguaya de respeto del Estado de Derecho y los compromisos.

El resultado fue la confianza de los mercados, la recuperación de la economía y una década de crecimiento.

Ahora, al enfrentar la pandemia, el acierto es el concepto de libertad que viene desde el fondo de nuestra historia, desde el desembarco de la Agraciada. Pero no cualquier libertad, sino la responsable.

Frente a dos posiciones extremas como la solicitud de imposición de cuarentenas totales o la libertad absoluta minimizando las consecuencias de la pandemia, nuestro Gobierno se ubicó en el medio.

Como dice un personaje de la comedia shakespeareana “tanto se padece por exceso como por defecto y no es poca dicha atinar al justo medio”.

El gobierno ha sido, además, claro y concreto. Se negó a imponer cuarentenas a quienes deben salir día a día a ganarse el sustento, pero no actuó en forma irresponsable o minimizando la situación. Apeló a la libertad pero con responsabilidad.

Así como no era lógico imponer prohibiciones que el ciudadano no podía cumplir, tampoco se podía ignorar el problema.

Asesorado por especialistas, y con una adecuada comunicación, tomó medidas sensatas y cumplibles como el cierre temporal de escuelas y centros de estudio, prohibición de concurrencia a espectáculos públicos, cierre de fronteras, llamado a permanecer en casa, usar tapaboca, alcohol en gel y el distanciamiento social.

Hace algunos años Guy Sorman afirmaba que es muy difícil comparar los resultados de decisiones políticas o económicas. Ello porque rara vez se dan circunstancias similares en el tiempo y lugar. Sin embargo, aclara, la historia produce excepcionalmente laboratorios que permiten comparar.

Tal el caso de las dos Alemanias. La Federal con libertad de mercado, capitalismo, estado de derecho y democracia efectiva. La otra, la que se llamaba a sí misma Democrática pero que tenía poco de ella, con un sistema comunista y de restricción de libertades. Dos países iguales que aplicaron en el mismo momento dos modelos distintos. Una, la Federal, se convirtió en potencia y referencia mundial y otra, la del otro lado de la cortina, que terminó en fracaso absoluto.

Otro ejemplo son las dos Coreas. La del Norte y la del Sur, sobre las que las noticias nos traen información todos los días.

También puede compararse como enfrentaron Uruguay y Argentina la crisis bancaria y financiera del 2002 y los resultados posteriores.

Hoy volvemos a tener otra oportunidad con la pandemia que permite comparar resultados con otros países. Sin ir muy lejos con nuestros vecinos que aplicaron estrategias totalmente diferentes. Argentina, con cuarentena total (como alguno pidió para el Uruguay) y Brasil, de gran libertad y minimización de los riesgos.

Uruguay tomó su propio camino: el de la libertad responsable.

Los resultados están a la vista, pero para mantenerlos es necesario que todos volvamos a la responsabilidad. La de usar tapaboca, no realizar actos masivos y sin previsión y escuchar lo que el Gobierno y los científicos que nos asesoran nos recomiendan.

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