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Izquierda inútil

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Si la educación pública no brinda herramientas a las nuevas generaciones de las amplias clases medias y populares que les permitan acceder a empleos más productivos, el futuro es complicado.

Si la educación pública no brinda herramientas a las nuevas generaciones de las amplias clases medias y populares que les permitan acceder a empleos más productivos, el futuro es complicado.

Complicado significa que con los cambios que ya se avizoran en el sistema económico internacional será imposible mantener el actual nivel de vida del país. Entonces, no lograremos enfrentar con éxito las consecuencias de nuestro envejecimiento poblacional; se agravará la fractura social, con zonas en las que el Estado perderá definitivamente el monopolio de la violencia legítima y primará la ley salvaje del más fuerte; y las escasas elites más acomodadas se preciarán de un horizonte de realización internacional que estará completamente alejado del cotidiano urbano, violento y sin expectativas de ascenso social en el que vivirán las clases medias y populares. Es un escenario históricamente conocido en Latinoamérica. Y, así como vamos, es nuestro seguro futuro.

Ningún joven puede hoy formar familia y prosperar con un salario de $ 16.000 al mes. Pero tampoco ninguna empresa puede pagar mejores salarios si la calificación de la mano de obra es mala. El problema está en que la mano de obra de las nuevas generaciones de las clases populares es muy poco calificada. Dos datos, entre muchos otros, nos lo recuerdan: entre los jóvenes de 15 años de contexto sociocultural desfavorable, las pruebas PISA 2012 mostraron que 7 de cada 10 no entienden lo que leen; en 2015, entre los jóvenes de 15 y 16 años del quintil más pobre, el índice de egreso oportuno de educación media básica fue de solo 33% (mientras que en el quintil más alto fue de 81%).

Estos doce años de Frente Amplio (FA) en el poder no cambiaron nada sustancialmente. Primero, porque el FA no analiza bien lo que ocurrió en el pasado reciente, sobre todo en los años 90. En vez de apreciar políticas eficaces de ese entonces, repite consignas ideologizadas que creen que hubo un aumento de la pobreza infantil y de la desigualdad por culpa del neoliberalismo del Partido Nacional, su ahora principal partido opositor.

La verdad es muy distinta. Entre 1990 y 1994, la pobreza infantil bajó del 50% al 31%; y el índice de Gini, que mide la desigualdad de ingresos, arrojó en todos los años de ese período mejores resultados que en todos los años del período progresista 2005- 2010. Otro dato, de muchos que pueden acumularse y que muestran la falsedad del relato izquierdista: en el censo de 2011, año en el que hubo casi 90.000 personas sin censar, 44,3% de la población menor a 14 años vivía con al menos una necesidad básica insatisfecha, cifra muy similar al 47,5% del censo de 1996.

Segundo, porque el FA no admite siquiera la gravedad de la situación. Fue Vázquez relativizándola en la campaña de 2014; es su ministra de educación comparando a Netto con Varela; y es toda la izquierda siendo incapaz de enfrentar a los fascistas sindicalistas docentes. Estos bárbaros despreciables ocuparon tres días el liceo 13 en Maroñas porque allí hay una ONG que apoya a estudiantes para que no abandonen los cursos y dice que eso significa privatizar la educación.

La coyuntura política nos entretiene. Pero no olvidemos que en este marasmo educativo se nos va la vida como nación.

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Francisco Faig

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