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“No nos hable del pasado”

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Carlos Pisaco, de Villa Constitución en Salto, integrante de la Lista 711 de Sendic, dijo a Vázquez en acto público: “no nos hable del pasado”. Y así, sencillamente, deshizo las certezas que se predican tras el muro de yerba frenteamplista.

Carlos Pisaco, de Villa Constitución en Salto, integrante de la Lista 711 de Sendic, dijo a Vázquez en acto público: “no nos hable del pasado”. Y así, sencillamente, deshizo las certezas que se predican tras el muro de yerba frenteamplista.

Desde que terminó la interna no pasa una semana sin que Vázquez o Sendic digan o hagan algo que desencanta al electorado. Repasemos: las tablets para jubilados; los argumentos en favor de ellas que pusieron como ejemplo a la hermana de Vázquez; la infantil crítica a la sub- 20; el paseo en ómnibus que pretendió volver popular a un candidato que hace años que no se sube a ninguno y que además integra la elite económica del país; la tontería de Raúl Sendic de mencionar (sin mencionar) nombres y/o apellidos de los candidatos presidenciales de los partidos tradicionales, cuando apenas hace unos meses había subrayado que él no entraría en ese torpe juego; los incidentes de campaña de Vázquez con gente común y corriente que lo increpó en sus recorridas barriales, y las respuestas del candidato siempre destempladas, descalificando incluso a su ocasional interlocutor como “vagoneta” o “provocador”, entre otras linduras.

Frente a todo eso Pisaco tuvo la virtud de ser sintético. Fue un espontáneo basta ya. De verdad, a poca gente le importa qué pasó en los sesenta, en la dictadura, en los noventa y en la crisis de 2002. Hacer campaña repitiendo que “ellos en tal año hicieron tal cosa, y nosotros, luego, hicimos tal otra” hartó a la gente. Porque sobre todo eso que ocurrió, además, hay diversas opiniones e interpretaciones. Y lo más importante: porque una campaña electoral no es un torneo de disputas históricas que miran permanentemente hacia el pasado.

Luego de una década de crecimiento económico, la sociedad uruguaya cambió. La fórmula frenteamplista lo intuye, pero no termina de entender cómo, ni qué sentido tomó ese nuevo país. Así, cuando Pisaco verbaliza lo elemental que todo el mundo piensa, Vázquez lo tilda de “provocador”. Así también, la fórmula habla a los que ya están convencidos, pero que además no están dispuestos a poner nada en entredicho: todos tienen que permanecer guarecidos tras el muro de yerba, quietitos, y agradecidos por estos años de bonanza. Por eso Vázquez creyó, durante muchos meses, que “vamos bien de verdad”. Y ahora cree que el slogan del país que “no se detiene” lo ayudará a ganar “en primera vuelta”.

Pues no. La gente satisfizo ciertas necesidades largamente postergadas, y ahora quiere saber cómo se resuelven otros problemas que antes estaban relegados. Quiere saber cómo va hacerse para mejorar la seguridad y la enseñanza pública; qué se propone para mantener el nivel de vida alcanzado en estos años; y cómo se podrá superarlo. Además, sabe que si los partidos tradicionales son mayoría, no van a gobernar las viejas generaciones de los años noventa. Y sabe, finalmente, que los candidatos de la oposición no quieren restaurar el pasado.

Pisaco fue sincero. Además de señalar su hartazgo, preguntó a Vázquez con qué nos va a enamorar. De vuelta dio en el clavo. Porque este Vázquez con sus salidas cascarrabias no enamora como antes; esta izquierda envejecida está anquilosada; y esta restauración vazquista ya está cansada en campaña, mucho antes de llegar nuevamente al poder. Planteado así, un tercer gobierno no genera ni alegría ni ilusión. Más bien es agobiante.

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Francisco Faig

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