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Los "guisos"

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Francisco Faig
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Uno de los cambios que trajo la era progresista en el poder fue la renovación de las élites gobernantes: política evidentemente, pero también etaria, profesional y social. ¿Quizá las próximas elecciones de 2019 sean el momento que augure una nueva renovación?

La pregunta viene a cuento a raíz de dos episodios. Por un lado, una foto de hace unas pocas semanas de los cuatro sonrientes precandidatos presidenciales frenteamplistas al terminar una tarea proselitista conjunta: Bergara de barba desprolija, con una chomba a rayas horizontales blancas, azules y rosadas, como recién llegado de jugar un fútbol 5 (al arco); Andrade, de remera negra y jeans al tono, como de camino a tomar mate con algún amigo; Cosse, de jeans azules y apretada remera celeste, con un saquito por el fresco, de ojos cerrados, y haciendo un cuatro con su mano izquierda, como quien señala a su feriante de confianza una cantidad de tomates a comprar en una plácida mañana de primavera; y Martínez, de vestimenta informal sí, pero de camisa.

Por otro lado, la relectura del formidable libro de la periodista Tessa García publicado en 2012, "Manual ilustrado de la gente bien", en el que no solo se retrata con brío y algo de humor a cierto grupo social histórico del país, sino que se definen palabras claves que la gente bien utiliza con naturalidad pero que no integran el lenguaje común de los uruguayos. Por ejemplo, figura allí "guiso", y explica García: "es una de sus palabras más representativas y también una de las menos obvias en su significado. Con ella se adjetiva a una persona que pertenece a una clase social inferior pero que por su posición económica o de poder, podría llegar a querer mezclarse o hacerse pasar por un integrante de la gente bien". La renovación de las élites de poder económico y político de esta larga década progresista promovió a mucha gente que alcanzó un estatus social más alto pero, infelizmente, que no logra llevarlo con garbo. En concreto: cuando se es candidato presidencial del Uruguay, se impone el uso de cierta vestimenta y de ciertos códigos de urbanidad. No asumir a cabalidad ese papel, independientemente de las preferencias políticas que se tenga, es de guiso. La pose populachera, esa especie de copia afectada de la estética mujiquista que notoriamente inspiró la elección del vestuario de tres de los cuatro precandidatos frenteamplistas, es de guiso.

La renovación de 2019, más allá de lo partidario, debiera de pasar por la reivindicación de cierta elegancia, gentileza, caballerosidad. Suena quizá reaccionario en este país que se ha complacido en estos años con la exaltación de lo guiso, pero no deja de ser una sencilla aspiración que, en realidad, procura devolver cierta fineza y sentido de civilización a la ética y a la estética del gobierno. Quizá vivamos un momento en el que la sociedad ya esté cansada de tanto cachudo; de tanta guaranguería y de tanta ordinariez elevadas a lo más alto del debate político y de la estética de las élites; harta de tanto guiso que ha sido el pan nuestro de cada día en esta década progresista.

No se trata ni de entresijos ideológicos ni de anhelar ninguna restauración conservadora. Simplemente, llegado fin de año, expresar cierto hartazgo por la propagada demagogia de los "guisos".

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