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La Gran Bestia Pop

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El ejercicio del poder en esta administración Mujica ha ido naturalizando cierta impunidad gobernante. Ella hace pie en el vale todo sugerido por aquella banalizada frase presidencial de “como te digo una cosa, te digo la otra”.

El ejercicio del poder en esta administración Mujica ha ido naturalizando cierta impunidad gobernante. Ella hace pie en el vale todo sugerido por aquella banalizada frase presidencial de “como te digo una cosa, te digo la otra”.

Una de las herramientas fundamentales para llevar adelante políticas públicas de calidad es tener buena información. El censo 2011 debía proveerla. Fue una vergüenza. No solo demoró mucho más de lo previsto. Sino que quedaron sin censar, por ejemplo, más de 76.000 personas en la periferia de Montevideo, allí en donde más se precisa conocer la situación social. No pasó nada.

La prioridad educativa fue un fracaso. De 1200 millones de dólares en 2010, la ANEP pasó a ejecutar cerca de 1600 millones en 2012. Pero los resultados de las pruebas PISA de 2012 son peores que los de 2009. Los sindicatos compañeros trancan cualquier cambio; la meliflua voz ministerial nos toma el pelo apuntando mejoras que sabe son imaginarias; los numerosos intelectuales compañeros responsabilizan del desastre al “neoliberalismo” del pasado. Alguna nimia autoridad renuncia. Pero, de verdad, no pasa nada.

El cambio de destino de una jueza termina en una asonada a la Suprema Corte de Justicia; la inconstitucionalidad de la ley que intentó anular la ley de caducidad hace que la barra del comité la emprenda contra la separación de poderes. Hoy, el secretario de presidencia dice que 2013 no fue más difícil que otros años para el Poder Judicial. O sea: no exageren, no pasó nada, che.

Una chicana jurídica impide a una jueza decidir los procesamientos sin prisión del presidente del Banco República y del Ministro de Economía. Calloia ni se va, ni lo sacan. Y se pasea muy orondo, excesivo, en distintas y copetudas reuniones sociales. Lorenzo renuncia y moquea en tele. Pero al tiempo recibe una tan sonora como escuálida caravana de desagravio en Araminda, y sobre todo, organiza un publicitado banquete con empresarios y políticos por su cumpleaños. Acá no pasa nada.

En todos los casos la actitud es la misma: desafiante, impune, con dientes apretados que responden “sí, ¿y qué?” a quien mire fijo.
¿Cómo se explica? Hay dos razones. La primera, el convencimiento de superioridad moral que justifica lo que sea. Es la infame y extendida sandez del carnaval montevideano de que “te voy a votar a pesar de todo, porque sos de los míos y sos bueno”. La segunda, el pavoroso silencio de las clases medias acomodadas y sus líderes de opinión, entretenidos como están en engullir las achuras de un banquete al que nunca antes habían accedido. Para la distraída paciencia de los de más abajo, que son los que más sufren, alcanza con tirar algún hueso sobrante de la fiesta y organizar de vez en cuando algún circo que solace —bendito mundial brasilero—. Mujica, vivo y caudillo, lo sabe bien.

El país de primera prometido no es esta Gran Bestia Pop en la que, preparando el banquete en veraniegas chancletas, la nomenclatura de izquierda se mira al espejo y tararea impune: “a brillar mi amor”. Los uruguayos no votaron en 2009 por este fiasco que se está pareciendo mucho a un hijo bastardo del populismo latinoamericano y de la peor corruptela porteña, con el perfil autocomplaciente propio de la rancia uruguayez que vive protegida tras el muro de yerba. Aquí no hay prudencia, ni sobriedad, ni austeridad republicanas.

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Francisco Faig

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