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Gordo esquivo

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Francisco Faig
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Asombro, risa, consternación: en la madrugada del 1° de enero, dos encapuchados embistieron con una camioneta robada la vidriera exterior del local en el que se había vendido el número ganador del Gordo de fin de año, con el objetivo de hacerse de esa enorme suma de dinero que, creyeron, allí debía pernoctar.

El probable diálogo entre los delincuentes que terminó con la decisión de robar ese local seguramente merezca un guión propio de "El Gran Lebowski", pero a la usanza oriental. Y no es que al dúo le faltara empuje emprendedor, ya que evidentemente se proveyó de la logística necesaria para hacerse del cuantioso botín. Simplemente, le faltó entender un poco más cómo funciona la sociedad en una dimensión algo abstracta como es la organización de un juego de azar nacional, y calibrar mejor las ventajas de la bancarización para el pago de grandes sumas. Infelizmente, nadie le sugirió, ni tampoco se le ocurrió, que no porque ese local vendiera el número ganador el premio estaría allí en forma de montaña de billetes. La decepción, al romper todo y no encontrar nada, también debió de haber sido digna de un primer plano de los hermanos Coen.

En la tranquilidad del verano se podrá concluir en la excepcional tontería de estos delincuentes. Sin embargo, esta anécdota del Gordo esquivo resulta una genial metáfora del estado actual de nuestra sociedad. En efecto, en varias dimensiones de nuestro quehacer nacional ponemos empeño y gastamos recursos, pero nos encontramos con malos resultados, sin darnos cuenta de que el problema es que no entendemos cómo funciona el sistema, la sociedad, el mundo.

Otros ejemplos del Gordo esquivo: Ancap invierte mal decenas de millones de dólares en producir cal o biocombustibles, su competencia nacional o internacional es mucho más eficiente, pero nadie logra enderezar el rumbo sino que, por el contrario, por años todos los uruguayos financiamos Ancap con la nafta más cara de la región y además creemos, gustosos, que es nuestra; el Parlamento redacta leyes de avanzada que nos enorgullecen, pero nunca se fijan los suficientes recursos para poder implementarlas, por lo que el avance es solo en los papeles; y aceptamos, con mirada entre perdida y embotada, que un precandidato que pisa los 80 años y que desde hace casi tres lustros es fundamental sustento oficialista, diga que representa la renovación de la izquierda, o que se afirme que un intendente que tomó decisiones para beneficio de su bolsillo y libró millonarios cheques sin fondos es un hombre honesto.

Como la que vivieron los dos encapuchados, hay realidades que no estamos entendiendo. Como con el Gordo esquivo, si se nos narrara cómo funciona el mundo de verdad, es claro que cerraríamos los negocios deficitarios de Ancap, no nos resignaríamos con los avances de papel, nos burlaríamos de la pretensión de Astori y no toleraríamos la corrupción de Bascou.

Pero nada de eso ocurre. Incluso cuando constatamos que nos equivocamos, como le ocurrió al dúo encapuchado, primero con cara de tonto asombro y luego de bíblica resignación, terminamos dejándola así. Entre mate y mate, de tardecita, necios y contrariados, mascullamos dónde estará la plata del Gordo que no apareció donde era clavado que tenía que estar.

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