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Gesto y mezquindad

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FRANCISCO FAIG
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Por fin una contribución solidaria de parte de la élite de funcionarios públicos! ¡Al fin una crisis que no tiene que ser soportada solo por los trabajadores privados!

La crisis golpea más que nada al sector privado. Allí se funden las empresas, se multiplican los seguros de paro, se bajan los salarios y se pierden las seguridades sobre qué ocurrirá con ingresos y empleos a un horizonte tan corto como tres meses. Entretanto, quienes trabajan en el Estado no solamente mantienen las certezas de sus ingresos, sino que además saben que no perderán sus ocupaciones. En tiempos de fuertes incertidumbres, ellos son, sin dudas, unos grandes privilegiados.

Esta diferencia radical entre unos uruguayos y otros es viejísima. Ya se constató, por ejemplo, en la crisis de 2002. Cierta mitología ha querido hacer creer, empero, que los funcionarios públicos son trabajadores sufrientes y que los grandes ingresos se verifican solo en el sector privado o, lo que se ha puesto de mo-da desde hace un par de días, del lado del zurdamente llamado “gran capital”. Quienes propagan esta mitología son casi siempre gordos sindicalistas, resentidos docentes universitarios públicos, y privilegiados asalariados-dirigentes del Frente Amplio (FA) de esos como Miranda, que cobran alrededor de $ 240.000 por mes pero creen, sin vergüenza, que representan típicos exponentes de nuestra clase media.

La verdad es muy distinta. Las grandes mayorías tienen ingresos muy inferiores a los $ 80.000 líquidos mensuales, que son los salarios a partir de los cuales la élite del sector público deberá poner el hombro para ayudar al país a salir adelante. Las estadísticas son claras: dos de cada tres trabajadores no paga IRPF, por lo que recibe salarios menores a $ 32.000 al mes; el ingreso medio per cápita es menor a $ 24.000 mensual; y a enero de 2020, el 50% de los hogares percibía un ingreso menor a $ 54.328 por mes.

La reacción infame del sindicalista Molina, o la del candidato-semilla Martínez (“que pongan el hombro los de mayor patrimonio y los de muy altos ingresos”), tienen en común expresar un sentimiento tan egoísta como extendido entre quienes forman parte de la pequeña burbuja de los acomodados públicos. En concreto, un ejemplo: para alcanzar el ingreso mensual de la familia Martínez en tiempos en que ambos eran funcionarios de la élite del gobierno del FA, si se considera una tasa de interés del 5% neta anual fruto de una inversión patrimonial, se precisa un capital no menor a 2.400.000 dólares.

La familia del candidato- semilla, como la de Molina, la de Miranda, y la de la inmensa mayoría de los altos dirigentes políticos de todos los partidos, integran el pequeño grupo de quienes perciben altos ingresos en el país. Simplemente, el ombliguismo del comité de base impide a muchos izquierdistas aceptar esta realidad que, notoriamente, el presidente de la República sí percibe, y por eso fijó esta contribución solidaria y coyuntural.

Quizás puedan sorprender estos tacaños reflejos de los privilegiados izquierdistas que hace un par de días que no paran de llorar desconsoladamente porque les van a tocar, un poco y por dos meses, sus gordos bolsillos. Es que el sencillo y justo gesto presidencial ha develado, diáfanamente, la profunda mezquindad de sus almas.

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